lunes, 12 de abril de 2010

El tío sin seguro. Parte 25. La angustiante espera.

Hoy se fueron dos personajes: El Sr. Garzón y “el gocho”. En el caso de “el gocho” ocurrió porque no va a poder operarse en un mes.

La empresa, Señalca si habían olvidado, lo mandó al Seguro Social a hacerse su operación para no pagar una clínica privada. La prótesis la llevaron al Seguro antes de semana Santa, cuando no operan porque los cirujanos están de vacaciones. A “el gocho” le dijeron que lo operaban el viernes después de la semana mayor. El médico tenía un compromiso en una universidad y cambiaron la fecha para hoy. El médico dijo que tampoco podía esta fecha y que se iba de viaje con una selección deportiva por un mes.

“el gocho” decidió pedir su alta y volver cuando al doctor le de la gana de operarle… o cuando la empresa reconozca el accidente laboral y pague la clínica privada.

La angustia

Esta tarde encontré la puerta cerrada. Aparentemente hay un enfermo con H1N1 o algo así. Dijeron que “los niveles de contaminación están muy altos. Eso es normal por este lado del mundo. Además, los mejicanos parecen ser los únicos que se mueren de gripe. Aquí nos reímos de las pandemias.

El único jodedor que quedó en la habitación fue el chamito nuevo, Diego, que se acuesta en la cama que era de “el jose”. El cuento del día era que el gocho se fue porque el enfermero de Chuao, el de los dedos de basquetbolista, cogió vacaciones y no le iba a hacer el tacto. Volverá cuando regrese el negro.

Hoy hubo dos rounds en esa habitación. El Sr. Breto –sí, Breto, no Brito- tuvo que afeitarse sus partes íntimas, debido a que va a ser operado mañana. Le rompieron el yeso y le acomodaron la pierna, lo cual le causó un intenso dolor y tuvo que ser agarrado por 3 enfermeras, su padre y el acompañante del Sr. Edmundo.

El segundo fue con mi tío. Siempre se descuadra la tracción por fastidio y en búsqueda de comodidad. Hoy, mientras se la acomodamos, Raquel haló los potes de la tracción lo cual le causó un intenso dolor y le tiró una patada. Segundos antes me había levantado la mano. En la madrugada le había tirado un golpe a mi tía.

Le agarré ambas manos con la mano derecha y abracé su pierna izquierda con mi otro brazo. Mientras tanto, Raquel acomodó toda la tracción. Luego del incidente, y yo alterado, mi tío me preguntó de forma retadora “a quién le vas a caer a coñazos tú”. Le tomé las manos con rabia y le dije “deme la bendición. Él respondió “Dios me lo bendiga”.

A mi tío siempre le tuvieron miedo en mi casa, primero por su locura, segundo por su fuerza y finalmente por su fealdad. Sin embargo, nunca fue tan violento como mi otra tía, la que murió hace 20 años. La justificación de mis abuelos era “déjalo, él es loco”. Esa respuesta, hoy, no me satisface. Tuvo un error de crianza que lo ha llevado a ser un niño de 68 años con mala actitud, más que un retrasado o un enfermo.

La conclusión es que ya estamos agotados de estar en esa habitación. Mañana trataremos de pedir un alta como la del gocho, es decir, que lo vuelvan a admitir cuando haya llegado la pieza. Si lo logramos, la duda moral será si lo amarramos a su cama para que en un arranque de locura no intente pararse. Una decisión nada humana ni inteligente, pero práctica.

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