domingo, 11 de abril de 2010

El tío sin seguro. Parte 24. Siempre debe haber un motivo para escribir.

Este domingo fue aburrido. David seguía cuidado por su noviecita –y pensar que solo tienen 16. Difícil encontrar una relación de pareja tan bonita. Y pensar que cuando lleguen a la universidad seguro se van a ladillar uno del otro-, el gocho escuchaba el juego de los Toros de Aragua por radio, quienes milagrosamente ganaron dos juegos consecutivos por primera vez en la temporada, el Sr. Garzón tiene mejor semblante y el nuevo interno a veces está más preocupado por la salud de Ismael que yo.

Ya no hay personajes humorísticos, villanos, tensión… Ahora sí parece una patética habitación de hospital.

Mi tío por momentos olvidó mi nombre. Preguntó por “el jose”, se desmontó la pierna dos veces de la tracción y me dijo que soy un coño de madre porque no lo ayudo a quitarse esa bota –al referirse de nuevo a la tracción-. Así fue mi tarde dominical.

El fin de los escritos

Si bien escribir es una manera de desahogarme, siento que ya no vale la pena hacerlo. Mis tres primeros artículos hicieron consideraciones sobre las tragedias que se pueden observar en una emergencia, luego la convivencia con personas que llegaron al hospital no precisamente por rezar, y finalmente ahondé en las alucinaciones de mi tío para comprender al más allá.

Pero ya no creo ni quiero ver las cosas desde esa óptica. Mi humor negro me permite soportar semejante situación por 24 días, pero ya siento que es suficiente. Total, esta historia solo tiene dos cabos sueltos: Conseguir la pieza lo más rápido posible por vía del Seguro Social y los dilemas morales sobre el riesgo de la operación de mi tío. Bastaría con dos capítulos más y otro especial para hacer seguimiento de la intervención de “el gocho”, último gran personaje de esta historia aun en la habitación.

No quisiera que alguien me juzgara por las opiniones emitidas en mis escritos, no en cuanto a política o religión, que creo están bastante justificadas, sino al trato con personas especiales. Difícilmente algunos de mis 500 y tantos amigos agregados en Facebook pudieran estar viviendo una situación similar con algún familiar y tener que encararla como yo.

Seguiré escribiendo, pero en mi blog. La mayoría de quienes han hecho algún comentario positivo sobre mi manera de ver el mundo ya me venían leyendo desde hace años. Gracias por leerme, a aquellos que no sé que lo hacen.

Mis lectores preferidos: Leopoldo, el colombiano, Javimar, Delia, Pedro Pablo, el Chivo y Víctor. Disculpen si olvidé a otro. De vuelta al blog amigos míos.

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