Hemos hecho una gran amistad con Diego, más allá de la jodedera por el chiste de la Madre María. Él tiene un Ipod de 30 Gigas y me pidió el favor que se lo llenara de Regaettón. Hasta ahora he hecho lo posible y todavía tiene 26 gigas libres.
Él no es muy hábil con las computadoras. Por ello me pidió el favor. Yo siempre cargo mi Ipod en mis viajes largos, aunque confieso que cuando me tocó viajar en avión no pude utilizarlo por los nervios.
Paso el tiempo escuchando música y jugando Brick Braker y Solitario. Ha sido mi compañero en este momento difícil. A veces cuando estoy pasando de niveles en los juegos, comprendo la alegría de Ismael cuando le compré el radio, el cual ya le rompió el audífono.
Antes pensaba que ese aparato era un gasto inútil, una trampa caza bobos de las empresas imperialistas. Hasta que le encontré una utilidad: Bajar el video de la final Tigres Magallanes del año 2007 y llegar al José Bernardo Pérez de Valencia con la gloriosa narración de Fernando Arreaza a todo volumen. “¡Llámenlo dinastía!”.
La mano de Dios
Esa tarde mi tío no me dio muchos problemas. En una sola oportunidad quiso jurungarse su pene. La última vez que lo hizo, lo puso “mirando pá arriba” y cuando se orinó, se mojó todo. Le agarré uno de sus brazos y cuando fui a tomar el otro, el primo del Sr. Leonardo me ayudó. Ahí me di cuenta que, a pesar que quienes me han tratado de ayudar a obtener la prótesis más rápido han fallado, nunca me ha faltado una mano amiga, una mano de Dios. Y sí, soy un tipo más afortunado que Guido, el personaje de La Vida es Bella.
Mañana operan al Sr. Breto y a los dos malandros.
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