Mi tío siguió haciendo lo que no había podido hacer durante los primeros 15 días. Pero nada de sus “desechos” puro superar al de “el jose”. Según “papi chulo”, su cagada casi logró el milagro que todos los fracturados del cuarto salieran corriendo por el hedor.
“el jose” dice que le dan de alta el lunes. Nosotros estamos a punto de hacer una quiniela. “Gocho ¿será que le van a dar –el alta- a el jose?”, le pregunté. “¿jose, quién te va a dar mañana?” “Pues quien más, el doctor Del Toro –el jefe de área”-. De nuevo la mamadera de gallos fue colosal.
Luego, “el jose” dijo que cada vez que a “el gocho” le llama su jefe manda a atender a su mujer. “Tanta paja que hablas de él y le tienes miedo”. Cada uno ya tenía una forma de chalequearse, pero eso no quedaba ahí.
“Ya tu brazo no se va a curar, quedaste chueco pá toda la vida”, sentenció “el jose” a “el gocho”. Pero él le respondió “Sí, pero por lo menos con este brazo jodido todavía puedo pedir cola ¿Quién coño te va a dar trabajo con esa pata de perro envenenado? A menos que la usen para echar tierra a los trabajos de tuberías de gas, que son pequeñitas”.
En la mañana Raquel llevó quesillo para compartirlo con los demás enfermos. La camadería sigue al orden del día.
El misterio del zamuro
Esa noche mi tío siguió hablando de un zamuro al cual ve en sus alucinaciones. Pensé que era un suero y una vía intravenosa de “epamin” que tiene encima de la cama. Raquel en la mañana observó que en un árbol que puede observarse desde la ventana del hospital hay una especie de bolsa negra, que de lejos parece un animal.
Yo tomé el calendario chino con el Tigre y le dije “Esté este Tigre se va a comer a ese zamuro”. El Tigre se lo quiere llevar mi tío a la casa desde que llegó.
De su delirio siguió relatando. “Volví a soñar con mi mamá y mi papá. Preguntaron por ti y les dije que estabas bien. También preguntaron por Raquel, tu sobrina, Carmen, Rita…”.
Días antes también habló de sus tíos Ángel y Juan. Juan todavía está vivo.
Mi curiosidad por la hipnosis prosiguió: ¿Has visto a Toribio?
“Sí y me asustó”, dijo Ismael.
“Pero porque está muerto”, le dije.
“No. Tú sabes cómo es él”.
“No, el murió mucho antes que yo naciera”.
“Sí ¿Y quién te enseñó a manejar?”, finalizó Ismael.
El fin de Macondo
Toribio fue una de las tantas personas que vivió en la casa de mi abuela. Como toda casa de llaneros, cada vez que llegaba un compadre o un vecino se le daba casa y alimento. Muchos se quedaban por meses y años.
Toribio fue especial. Era loco de bolas –me contaron- de buen humor. Incluso con la facultad de hacer levitar a la gente –cual personaje de García Márquez-. Se suicidó por amor, años antes que yo naciera.
Tanta gente vivió en la casa de la abuela y hoy en día solo la habitan 3 personas, que en las próximas semanas pudieran ser solo dos. El fin de lo que fue un hogar para mucha gente.
Algo de cierto tuvo la declaración de Ismael sobre Toribio. Él enseñó a andar en bicicleta a mi mamá.
Sin embargo, no dejan de ser delirios producto del dumping. Pero qué bonito sería saber que el más allá existe.
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