martes, 18 de agosto de 2015

Sembrar la esperanza en los corazones venezolanos



Ayer tuve la oportunidad de compartir con mi jefe. Luego del trabajo, fuimos a almorzar en mismo local de siempre, un restaurant un tanto “gourmet”, que ofrecía por precios solidarios un menú bastante bueno. Llegamos casi a las 2 y aún quedaban al menos 7 opciones de platos, situación inimaginable hace 2 años. Un pasticho vale Bs. 550 sin bebida y los demás platos, con dos contornos sin posibilidad de elegir, Bs. 650. El postre en Bs. 250.

Nota del editor: Tan estúpido es el concepto de “Guerra económica” que asume como una posibilidad real que el empresario quiebre a propósito para “tumbar al gobierno”.

Mientras esperábamos la comida, me comentó la situación de sus tres hijos, dos de ellos morochos y están a punto de iniciar la universidad. En vez de pensar en graduarse de ingenieros, abogados, médicos… no, su aspiración es irse del país a hacer lo mismo que están haciendo quienes, con un título universitario, ya partieron: Nada.

¿Qué el hijo de un rico quiera irse a… digamos “Honduras”, en búsqueda de mejores oportunidades económicas y seguridad personal? (Nota del editor: Precisamente Honduras es uno de los pocos países que está por encima de nosotros en criminalidad) Pues no es el caso: Mi jefe es un negro –perdón, afrodescendiente, no me acostumbro a los códigos de odio importados por ese gobierno desde los Estados Unidos- que quedó huérfano de padre y madre.

Dice con orgullo y algo de tristeza que en el barrio de Maracaibo donde proviene, sus vecinos decían que en ese rancho se iban a criar tres putas –sus hermanas- y un marico. Él es una persona que literalmente salió de lo más abajo, no se puso a llorar para que el gobierno le regalara a algo a cuenta de ser pobre y hoy le duele que sus hijos, nacidos en Maracay, no tengan ningún tipo de apego con los Tigres de Aragua que con el país que le permitió crecer.

Cuando los rojos despiertan, también huyen

En mis clases de maestría conocí a una señora que trabaja (ba) en Pdvsa. Obviamente no exteriorizaba algún descontento con el gobierno – a diferencia de mí- por su trabajo e incluso lo defendía hasta donde le alcanzaban los argumentos. Psicóloga de profesión y con edad para jubilarse, un día renunció para ir con su familia “a probar suerte” en París, tal vez la ciudad que trata peor a los turistas e inmigrantes. “Fue una decisión dura, pero es indiscutible que como país estamos muy mal”, fue palabras más, palabras menos, su despedida por el grupo de Whatsapp.

La psicóloga fue víctima del brote neurótico que sufre nuestra sociedad.

Otro caso fue una chica que esperó por años un cargo fijo en la empresa donde trabajo, y que también está casada con el jardinero izquierdo de mi equipo de softbol. Me consta su participación como militante del gobierno, al punto que lloró casi todos los días de la capilla ardiente del comandante eterno, bueno, hasta el día 14, cuando se dio cuenta que la estaban manipulando.

A los pocos días de casada, se fue a vivir a la casa de los padres de su esposo, en una zona popular del norte de Maracay. En una semana la atracaron 3 veces, razón suficiente para irse a Ecuador. Su esposo no me cuenta lo que está haciendo por allá, pero él se quedó echándole bolas, haciendo un sacrificio para adquirir un apartamento y esperar su regreso, o en caso contrario, que ella le empiece a ir bien y decida mudarse al país “hermano”. Extraoficialmente la primera opción será la elegida.

Conclusiones

1-      Entiendo que yo puedo estar un poco viejo para tener sueños, pero nadie podrá quitarme la aspiración de tener un país mejor.

2-      Al principio me dolía que mis amigos huyeran del país porque les parece imposible tener una casita y poder caminar de noche por las calles (la verdad tienen razón en eso), pero la verdad es que no solo ellos sienten que el país no tiene nada que ofrecerles, tampoco ellos tienen nada que aportarle a Venezuela. Los psicólogos hablan de “dejar vivir sus procesos y no intervenir”, algo así como “ese es su peo, ojalá le vaya bien y si no, él mismo quiere darse su coñazo”.

3-      Los que nos quedaremos a reconstruir esto –o nos mantendremos hasta que tengamos que huir, así sea como desplazados y vivir por un tiempo de la caridad de quienes tal vez hoy consideramos cobardes-, debemos entender que los que cuentan son los que están aquí, porque esa gente hoy está pensando y también sufre.

4-      Tal vez hoy apoyar una vía alternativa a la MUD sea un acto de irresponsabilidad, pero ese camino hay que construirlo: Nada bueno sale de solo la destrucción de un modelo sin sembrar ideas y esperanza a los corazones.


5-      De lo eficiente que seamos comunicando las idea para solucionar nuestros problemas y sembrarlas en el inconsciente colectivo, será el principal atractivo para que quienes se fueron y quieran volver, lo hagan, para que mis dos amigas chavistas que tal vez tomaron una decisión a la loca, les renazca en sus corazones el nacionalismo que creyeron que Chávez les hizo sentir, y permitirá que los hijos de mi jefe quieran soñar y superar las adversidades de la tierra que le dio a su padre la oportunidad de salir de lo más bajo.

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