jueves, 27 de agosto de 2015

Objetivos en la comunicación: Casos Donald Trump y Maduro

Hoy leí el artículo “La irreverente comunicación política de Trump” de Sergio Jellinek, especialista en comunicación pública y política, en el cual en dos platos afirma que el multimillonario aprovecha el hecho de ser rico para ser irreverente, y ser irreverente le permite gritar a los cuatro vientos un discurso “White Trash” y parecer “Cool”.

Ser irreverente te permite ser noticia. “Noticia no es que un perro muerda a un hombre, sino que un hombre muerda al perro. Y si ambos son famosos…”.

Pero también es cierto que en este país, donde todo es posible, puedes encontrar credibilidad en los astrólogos, más allá de Reinaldo DoSantos. Andrea Caricato, una lectora de cartas astrales, dijo que un hombre que pueda hacer una fortuna tan grande, no puede ser tan imbécil como sus electores. Trump le habla a un sector de la población que suele ser pequeño, pero es fiel: Los fanáticos.

En lo personal comparto la posición de la astróloga, ya que Trump en su enésimo intento de ser candidato presidencial, puede estar poniéndole sazón a la campaña republicana, para que el ganador no parezca tan malo como el multimillonario y colocar al partido republicano en una opción real frente a la señora Clinton, o a quien pretenda tomar el testigo de Obama. Y por supuesto esto se traducirá en más dinero para el patrocinante.

Pero Jellinek remata con una afirmación muy lógica: Trump tiene tanto dinero, que nadie puede comprarlo. El peor escenario es que esto sea un deseo altruista y no esa estrategia de marketing del partido republicano.

Maduro critica el muro en México, pero en Cúcuta…

Ante el fracaso de asesinato de Robert Serra como fenómeno comunicacional, seguido del decreto Obama (Que subió la aprobación de Maduro en 5%), la no-recuperación de Guyana, los “Beta” del descuartizador e incluso un intento de asesinato a la hermosa hija de Diosdado Cabello, el gobierno emprende una estrategia peligrosa, que es culpar a una minoría.

Nuremberg, te veo cerca.

En mi opinión, esta es una estrategia política creada en las “salas situacionales” de los equipos de comunicación del gobierno. En un país donde solucionar el problema económico y de seguridad parece prioridad, a algún loco se le ocurrió “¿Y si deportamos a los colombianos de la frontera y decimos que con eso se va a acabar el problema del bachaqueo? Al menos parecerá que estamos haciendo algo”.

Con esta estrategia, Maduro, al igual que Trump, le habla al loquito, al enfermito, a aquel quien tiene un su corazón una esvástica y no lo sabe. Cuando ese mensaje se mantiene en el tiempo puede llegar al poder, una vez que lo hace, nunca trae buenas cosas.

Al leer aporrea, los opinadores de oficio que intentan defender la posición del gobierno –aunque califican el escenario de dantesco-, culpan a la cuarta república, ya que la inmigración ilegal es un problema que tiene mucho tiempo.

Y es tal vez ese el mayor problema de la estrategia del PSUV, quien ahora se esfuerza en comunicar por VTV que en la frontera se asiste a los niños colombianos que necesitan hacerse diálisis en San Antonio o San Cristóbal. Según la cifra que el propio Maduro maneja, 5 de los 30 millones de habitantes de este país son de origen colombiano, de los cuales al menos el 60% (excluyendo a los menores de edad y los ilegales), puede votar, y por su condición socioeconómica, en su mayoría lo ha hecho por el chavismo.

Tal vez el peor testimonio que he escuchado fue de un compañero de trabajo, quien proviene de la Fuera Armada y a quien le asignaron un cargo por su fidelidad política. “Eso es lo que había que hacer, esos son unos delincuentes” y luego que le mostré la foto que ilustra este artículo, a lo cual inmediatamente respondió “Dios mío, esto es una barbaridad”.

Nuestro peor aliado es la “Desesperanza aprendida”, diagnóstico en el cual varios psicólogos que conozco –incluyendo a mi papá-, coinciden es el principal síntoma que sufre el país, sobre todo el votante más fiel de la oposición. Esta situación no ayuda, ya que estamos frente a un adversario que juega sucio y que está dispuesto a hacer cualquier cosa para mantener el poder, por lo cual no parece muy alocado un escenario donde nuestros próximos líderes políticos pidan perdón ante un tribunal internacional.

Nuremberg, te veo cerca.

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