viernes, 24 de abril de 2015

Las metas vs la soledad: ¿Para qué?

Comienzo este relato con una anécdota, ya que mi amigo “El Marciano” me dijo que soy mal escritor cuando hago una introspectiva sobre mí mismo.

Me encontraba en Cuyagua despidiendo (en realidad fueron infinitas despedidas) a un amigo, quien inicialmente se iba a los Estados Unidos, pero luego que le negaron la Visa, cambió su rumbo a Panamá. Allí compartí con nuestros amigos, su mamá –la persona más divertida del viaje y vaya que éramos unos locos- y su hermano.

Uno de nuestros amigos comparte mi nombre. Es árabe, masón, cree en la Ley de la Atracción y sus ídolos en la política son Hitler y Pérez Jiménez. Cualquier pendejo habría buscado discusión, en vez de escucharle, para descubrir a un personaje digno de una divertida novela contemporánea.

Sus convicciones son tan grandes, que afirma que si él mentalmente se propone levantar un auto, podría hacerlo –al mejor estilo de Tussan, Tamao o el borracho del FUA- y que su meta era ser Presidente de Venezuela.

Luego de escuchar su divertida megalomanía –no niego que en algunos puntos de su monólogo tenía razón sobre su forma de ver el país- le pregunté: Pana ¿Para qué quieres ser Presidente? ¿Qué harías tú para sacar el país adelante? Su respuesta fue el silencio.

Muchas de las metas que nos trazamos en la vida tienen como objetivo complacer un capricho o cumplir un “proceso psicológico”. Lo veo todos los sábados en mi clase de Maestría, ya que cuando nos toca hablar sobre “Semiología”, “Semiótica” o “conducta”, he visto a personas pequeñas decir “Soy grande”, a gente sin ideas “Soy líder” y a dos madres llorar desconsoladas porque la delincuencia o las deficiencias de nuestro sistema de salud público les quitó un hijo.

Basta con hablar con cualquier persona afecta a alguno de los dos bandos políticos del país para darte cuenta que de un lado hay individualismo y desinterés por el prójimo, y del otro mucha soberbia, abandono y resentimiento, ambos perfectamente manipulados por quienes nos gobiernan, para que todo continúe de igual para peor.

Pero volvamos al tema de las metas. Nadie que quiera ser Presidente de un país está bien de la cabeza. Y difícilmente en este contexto de sociedad pueda tener una relación estable. Nuestro actual Presidente mantuvo durante años una extraña relación con su primera combatiente; la vida sentimental de nuestro difunto último expresidente fue un desastre y el candidato perdedor de los dos últimos comicios –y principal favorito para unas nuevas elecciones mientras López siga preso- sigue soltero a los 40 y dele, no sin antes ser novio de las mujeres más hermosas del país.

Caldera, quien dejó el poder en el siglo pasado, si mantuvo su relación con Alicia hasta el fin de sus días, precisamente porque eran otros tiempos, cuando la mujer vivía la vida del hombre. Hoy es casi imposible que un hombre o una mujer puedan decir que vivieron una vida a plenitud atados desde su juventud a una sola persona.


Por ello me atrevo a concluir con una frase nada optimista: “El precio de cumplir tus sueños suele ser quedarte solo”, precisamente porque conseguir tus metas implica una conducta obsesiva. Yo he cumplido los míos ¿Y tú? ¿También quieres ser Presidente sin saber para qué?

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