Capítulo 1: Cuestión de valores
Como he escrito en varias oportunidades, la mayor parte de
mi bachillerato lo desarrollé en un colegio católico. Me molestaba mucho –ya de
adolescente- que me dieran materias como “Champagnat”, “Religión” y alguna otra
que no recuerdo, pero que curiosamente pasaba con 20. Mi argumento era muy
sencillo: Ustedes no pueden asumir que yo tengo que profesar su religión, así
sea la de mis padres.
Como podrán darse cuenta, pues sí, simpatizaba con las ideas
de la izquierda.
En mi mundo ideal, en las escuelas públicas y privadas se
ofrecería una cátedra llamada religión, en la cual se les enseñaría a los niños
las virtudes del cristianismo, judaísmo, budismo… y se les daría la oportunidad
de asumir alguna de ellas, ya que para todo ser humano es importante su
relación con Dios. O al menos los valores de cada una de las religiones.
En el principio de los tiempos, la religión fue más un
mecanismo de control social que una expresión de fe. Antes que existiera el
derecho, la democracia, las constituciones, cuando los seres humanos aun no conocían
la disciplina de los griegos o los romanos, la única razón que impedía robar
(Mandamiento 7) o matar (Mandamiento 5) era el castigo de Dios. Luego llego la
política a los templos y el resto es historia.
A pesar de eso, siempre ha existido en cada ser humano una
búsqueda espiritual. Incluso, desde un punto de vista muy pragmático, Dios
existe por el simple hecho de ser un invento del hombre, como existen los
números, el tiempo y las medidas de la física y la química...
El problema de nuestro país son los valores. Recientemente entrevisté
a un amig,o que además de ser el típico árabe que tiene un negocio en la calle
Vargas de Maracay, es “Acólito”, es decir, algo entre Monaguillo y Cura. Ante
la pregunta de cómo interpreta el pasaje bíblico “Es más fácil para un camello
pasar por el ojo de una aguja, que para un rico entrar en el reino de Dios”
(Marcos 10:25 según Google), esta fue su respuesta:
“La riqueza debe utilizarse para generar bienestar”.
Si la mayoría de los empresarios tuvieran esta filosofía y
se empeñaran en que sus empleados surjan, no tendríamos a una parte importante
del país dejando que unos militares corruptos terminen de saquear lo que queda
del tesoro nacional, por el simple paradigma de “Ser rico es malo”. A veces la
estupidez tiene justificación.
Pero no seamos mezquinos con las demás creencias. Yo conozco
judíos honestos y buenas personas, tal vez porque se han aclimatado más nuestro
trópico que al calor de la “Tierra Santa”, y en lo personal me consta que los “Evangélicos”
hacen en las cárceles y los hospitales el trabajo que los comunistas toman como
bandera, pero no hacen más allá de su entorno, y que el Estado solo los
recuerda a la hora de una licitación: Darle paz al moribundo –Frase de Pepe
Mujica- y regenerar al hombre de mal.
Y quien ha recorrido Venezuela como yo, sabe que la mayoría
de este país es “Cristiana” y que solo los curas “resteados” llegan a las etnias
del Amazonas. Aunque si les soy sincero, el “Pran” de la Torre de David es
evangélico y en cuanto a los santeros… me parece más “útil” matar a un toro en
una corrida que a una mascota en un río.
En fin, la religión es el alimento del espíritu y para
levantar a este país se necesita la unión de todos los hombres de buena
voluntad, porque son ellos la verdadera oposición, no los políticos. Así cada
uno crea que su Dios es el verdadero.
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