Ayer tuve la oportunidad de compartir con mi jefe. Luego del
trabajo, fuimos a almorzar en mismo local de siempre, un restaurant un tanto “gourmet”,
que ofrecía por precios solidarios un menú bastante bueno. Llegamos casi a las
2 y aún quedaban al menos 7 opciones de platos, situación inimaginable hace 2
años. Un pasticho vale Bs. 550 sin bebida y los demás platos, con dos contornos
sin posibilidad de elegir, Bs. 650. El postre en Bs. 250.
Nota del editor: Tan estúpido es el concepto de “Guerra
económica” que asume como una posibilidad real que el empresario quiebre a
propósito para “tumbar al gobierno”.
Mientras esperábamos la comida, me comentó la situación de
sus tres hijos, dos de ellos morochos y están a punto de iniciar la
universidad. En vez de pensar en graduarse de ingenieros, abogados, médicos…
no, su aspiración es irse del país a hacer lo mismo que están haciendo quienes,
con un título universitario, ya partieron: Nada.
¿Qué el hijo de un rico quiera irse a… digamos “Honduras”,
en búsqueda de mejores oportunidades económicas y seguridad personal? (Nota del
editor: Precisamente Honduras es uno de los pocos países que está por encima de
nosotros en criminalidad) Pues no es el caso: Mi jefe es un negro –perdón,
afrodescendiente, no me acostumbro a los códigos de odio importados por ese
gobierno desde los Estados Unidos- que quedó huérfano de padre y madre.
Dice con orgullo y algo de tristeza que en el barrio de
Maracaibo donde proviene, sus vecinos decían que en ese rancho se iban a criar
tres putas –sus hermanas- y un marico. Él es una persona que literalmente salió
de lo más abajo, no se puso a llorar para que el gobierno le regalara a algo a
cuenta de ser pobre y hoy le duele que sus hijos, nacidos en Maracay, no tengan
ningún tipo de apego con los Tigres de Aragua que con el país que le permitió
crecer.
Cuando los rojos
despiertan, también huyen
En mis clases de maestría conocí a una señora que trabaja
(ba) en Pdvsa. Obviamente no exteriorizaba algún descontento con el gobierno –
a diferencia de mí- por su trabajo e incluso lo defendía hasta donde le
alcanzaban los argumentos. Psicóloga de profesión y con edad para jubilarse, un
día renunció para ir con su familia “a probar suerte” en París, tal vez la
ciudad que trata peor a los turistas e inmigrantes. “Fue una decisión dura,
pero es indiscutible que como país estamos muy mal”, fue palabras más, palabras
menos, su despedida por el grupo de Whatsapp.
La psicóloga fue víctima del brote neurótico que sufre
nuestra sociedad.
Otro caso fue una chica que esperó por años un cargo fijo en
la empresa donde trabajo, y que también está casada con el jardinero izquierdo
de mi equipo de softbol. Me consta su participación como militante del gobierno,
al punto que lloró casi todos los días de la capilla ardiente del comandante
eterno, bueno, hasta el día 14, cuando se dio cuenta que la estaban
manipulando.
A los pocos días de casada, se fue a vivir a la casa de los
padres de su esposo, en una zona popular del norte de Maracay. En una semana la
atracaron 3 veces, razón suficiente para irse a Ecuador. Su esposo no me cuenta
lo que está haciendo por allá, pero él se quedó echándole bolas, haciendo un
sacrificio para adquirir un apartamento y esperar su regreso, o en caso
contrario, que ella le empiece a ir bien y decida mudarse al país “hermano”. Extraoficialmente
la primera opción será la elegida.
Conclusiones
1-
Entiendo que yo puedo estar un poco viejo para
tener sueños, pero nadie podrá quitarme la aspiración de tener un país mejor.
2-
Al principio me dolía que mis amigos huyeran del
país porque les parece imposible tener una casita y poder caminar de noche por
las calles (la verdad tienen razón en eso), pero la verdad es que no solo ellos
sienten que el país no tiene nada que ofrecerles, tampoco ellos tienen nada que
aportarle a Venezuela. Los psicólogos hablan de “dejar vivir sus procesos y no
intervenir”, algo así como “ese es su peo, ojalá le vaya bien y si no, él mismo
quiere darse su coñazo”.
3-
Los que nos quedaremos a reconstruir esto –o nos
mantendremos hasta que tengamos que huir, así sea como desplazados y vivir por
un tiempo de la caridad de quienes tal vez hoy consideramos cobardes-, debemos
entender que los que cuentan son los que están aquí, porque esa gente hoy está
pensando y también sufre.
4-
Tal vez hoy apoyar una vía alternativa a la MUD
sea un acto de irresponsabilidad, pero ese camino hay que construirlo: Nada
bueno sale de solo la destrucción de un modelo sin sembrar ideas y esperanza a
los corazones.
5-
De lo eficiente que seamos comunicando las idea
para solucionar nuestros problemas y sembrarlas en el inconsciente colectivo,
será el principal atractivo para que quienes se fueron y quieran volver, lo
hagan, para que mis dos amigas chavistas que tal vez tomaron una decisión a la
loca, les renazca en sus corazones el nacionalismo que creyeron que Chávez les hizo
sentir, y permitirá que los hijos de mi jefe quieran soñar y superar las
adversidades de la tierra que le dio a su padre la oportunidad de salir de lo
más bajo.
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