Hago un paréntesis en mi experimento de echar la culpa –responsabilidad,
la culpa es un dogma- a todos los venezolanos de nuestra miseria actual y desde
un punto de vista cargado de soberbia, inspirado en la literatura de Nietzche. En
honor a la verdad hace mucho daño a quien escribe.
Hoy siento una profunda indignación como venezolano por las
primeras imágenes que he visto sobre lo que ocurre en los municipios
fronterizos con Colombia y siento una gran necesidad de decir algo al respecto,
primero porque la mayoría de mis amigos tienen origen extranjero. En realidad creo
que todos, no tengo de amigo a ningún “Tamanaco” o “Tacarigua”. Conozco a un
Yaguaracuto, pero es un vigilante de la empresa donde trabajo, muy buena gente,
y uno que otro chavista que se siente “originario”, pero que son hijos o tienen
apellidos de extranjeros, lo que los hace unos perfectos mamagüevos.
El sentimiento xenofóbico está arraigado en nuestra cultura.
Recuerdo que de niño, cuando vivía en La Barraca, había un señor que vendía
helados de chupis en la calle 99. Con el tiempo el señor progresó, al punto que
su casa llegó a tener tres pisos y la fiesta de 15 años de su hija fue todo un
suceso. Por supuesto dijeron que vendía droga, pero como nunca tuve una prueba
de eso. Con el tiempo comprendí que era una habladera de guevonada. Muy
distinto pasaba en mi edificio de Andrés Bello, donde un grupo de chamos muy
criollos se las pasaban en la playa todos los fines de semana, ninguno
trabajaba y dejaban el ascensor hediondo a “monte”. Unos terminaron en “Hogares
Crea” y otros se fueron del país.
Las generalizaciones suelen ser falsas y por ende no sería
justo afirmar que ningún colombiano es delincuente, como tampoco lo son los
árabes, italianos, portugueses… Las ovejas negras abundan, pero tal vez el
crecer en un ambiente de clase media / media alta, me hizo conocer el mejor lado
de estos inmigrantes, hijos de gente honesta y con buenas costumbres. Yo
siempre me he sentido un “mal hablado” cuando estoy con ellos… bueno, esa
situación cambia con tragos de por medio, pero hablo de los momentos de
sobriedad, que son mis preferidos.
Si bien el contrabando de extracción pudiera ser una causa
de la escases (Obviamente en los estados fronterizos. A mí que no me manipulen con
que el peo de los bachaqueros en Maracay y Caracas es culpa de colombianos), la
verdadera razón de las grandes ganancias al vender en Colombia los productos
producidos en Venezuela es el diferencial cambiario.
Mientras el gobierno nacional mantenga una economía de puertos
y de billetes de monopolio, donde cualquier producto necesita en algún momento
divisas para poder fabricarse o producirse, lo que hoy sale por carreteras,
mañana lo hará por ríos y trochas. Por supuesto con la complicidad de nuestra
bota militar, que ahora aumentará sus comisiones.
Nada justifica el atropello que sufren los colombianos en la
frontera, donde marcan sus humildes ranchos al mejor estilo de los nazis con
los judíos y luego se los tumban. Ni siquiera las excusas de los “Paramilitares”,
porque en los videos de desplazados solo veo personas pobres, con niños en
brazos y cuya vestimenta no es acorde a las grandes ganancias que produce comprar
un producto en bolívares y luego venderlo en una moneda de verdad, como el peso
colombiano.
Tampoco el chiste del supuesto burdel desmantelado que
albergaba a 500 menores de edad. 500 putas no tuvo ni siquiera El Angeluz en su
mejor momento. Tal vez algún tecnológico, no sé.
Y si algún eunuco mental de la izquierda venezolana me acusa
de antipatriota, les recuerdo que hasta 1.830 nosotros formamos pare de la Gran
Colombia, compuesta por Venezuela, Ecuador y Nueva Granada, así que no solo es
un error decir que no somos colombianos, también es una contradicción en su
forma de contar la historia, ya que fue una “supuesta” traición de Páez y
Santander la que nos separó de la patria grande de Bolívar. Así que me maman el
chaparro.
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