Introducción
Muchas veces la palabra más sabia debe decirse de la peor
manera, para que la misma sea recordada.
En cualquier curso de coaching se enseñan los principios de
la comunicación, por ejemplo que la misma debe ser asertiva y, dependiendo del
contexto, formal o informal. Pero no todos los grandes filósofos de la historia
han sido dulces en su verbo ni en la forma de expresarse. Mi favorito:
Friedrich Nietzsche.
Durante los primeros meses del año 1999, los venezolanos
conocimos a un gran orador y conocedor –tal vez empírico- de las mejores
técnicas para persuadir (manipular) a su pueblo. Sin embargo, Hugo Chávez
enfocó sus primeros discursos como Presidente de Venezuela en borrar de su
figura algunos paradigmas. El más peligroso: Los llaneros son brutos.
Nota del editor: No considero que sea inapropiado mi
comentario, ya que mi abuelo nació en Lezama, mi abuela en Barbacoas y mi mamá
en Altagracia de Orituco. Y desde chiquito este maracayero duerme en
chinchorro.
El nativo de Sabaneta hacía un esfuerzo intelectual por
comentar la enorme cantidad de libros
que –según él- devoró durante sus años de prisión en la cárcel de Yare. Citas
de obras que incluyen desde “El Capital” de Marx hasta “El oráculo del
guerrero” de Lucas Estrella (Que fue su libro de cabecera hasta que Boris
Izaguirre afirmó en una entrevista con Napoleón Bravo que era un libro muy
gay), fueron ingresando poco a poco aquello que llaman “el inconsciente
colectivo” del venezolano.
Pero con Chávez yo tuve una experiencia similar a la que
casi a diario obtenía con Iván Mata en su programa vespertino de La Mega: Casi
siempre que hacía referencia a un evento histórico, deportivo, político… que
conozco, los tipos estaban equivocados. Un ejemplo “Jaime Lusinchi gobernó en
Venezuela entre 1967 y 1972” y mi curiosidad periodística me conducía a
Wikipedia para identificar la fuente de información errada del locutor de
radio.
Si bien existe un significante y un significado, y que a su
vez cada interpretación pasa por las experiencias personales y culturales
propias, sin duda el concepto de “Superhombre” o “Übermensch” que Chávez
entendió de los planteamientos de mi filósofo alemán favorito, no podía
calificarse como algo distinto a “lamentable”. Casi lo imagino en su celda
leyendo “Así habló Zaratustra” mientras tarareaba el “Gingle” de la publicidad
de los mamíferos de Parmalat en los 90.
En ese momento me di cuenta que el “fenómeno” político más
importante de Latinoamérica en lo que ha trascurrido de siglo XXI era un
charlatán. Sí, un charlatán que gobernó 15 años mi país y que solo perdió un
referendo aprobatorio de una reforma constitucional y la batalla contra el
cáncer. Mientras eso ocurrió, yo me gané la vida como periodista del gobierno,
y mis escritos –no firmados por ética- contribuyen a una estructura de
manipulación de masas. Hoy solo encuentro desahogo en un perfil falso de
Facebook y un Blog no rastreable por los motores de búsqueda.
Pero mi obra preferida de Nietzsche es “El Anticristo” (Der
Antichrist, Fluch auf das Christentum), la cual leí completa haciendo una cola
para comprar comida. La lectura, densa y pesada, es una exposición de cientos
de argumentos para definir al cristianismo como una religión corrupta, irreal e
incluso por debajo del judaísmo.
Nota del editor: Yo no estoy en contra de la iglesia
católica, para mí es una institución moral que merece el respeto de la
sociedad, y cuya función principal es explicarnos el punto de vista espiritual
de las cosas, no importa cuántos sacerdotes hayan violado monaguillos en los
Estados Unidos. Este último hecho no es más que otra injusta generalización.
“El Anticristo” no es una lectura simpática. Inspirado en
ella, yo me animo a escribir “el antichavista”, que no es más que una forma
sádica de hacer bulliying no solo a la visión política más contradictoria de la
historia, por ser de izquierda, militarista, homofóbica y pro Islam, también a nuestra
miseria como pueblo.
Yo me atrevo a asegurar que dentro del mismo linaje de María
Corina Machado y demás “Dueños del Valle”, existen conductas egoístas,
tercermundistas y miserables –tan miserables como chavistas- que han hundido en
la miseria al país más rico del nuevo mundo.
Todos mis amigos con los cuales conservo una amistad
superior a los 10 años coinciden en algo: No tengo sutileza para decir las
verdades y sin duda soy un ser humano que prefiere la soledad a la hipocresía.
Así será el antichavista, mi segundo esfuerzo literario del año 2015.
Muchas veces la palabra más sabia debe decirse de la peor
manera, para que la misma sea recordada. Esto no es más que una respuesta
adecuada para el momento que vivimos como sociedad.
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