Capítulo 4: El poder del buen ejemplo
Slugger: se
le llama así al bateador de gran poder.
Slugging: Es
una medida del poder de un bateador, calculado en el total de bases alcanzadas
entre el total de turnos al bate (por ende, si un porcentaje de bateo perfecto
sería 1.000, uno perfecto de slugging sería 4.000).
Al momento de escribir esta
reflexión, Miguel Cabrera tenía 395 cuadrangulares en su carrera de Grandes
Ligas, solo a 4 de los 399 que pudo conectar Andrés Galarraga. Todo parece indicar
que este mes “El Gato” dejará de ser el máximo jonronero venezolano del mejor
béisbol del mundo, también si la salud, la suerte, la gracia de Dios y la
fuerza de voluntad para alejarse de la bebida que tenga Miguelito, le permiten
seguir conquistando récords en su carrera de “Slugger”.
Existe una anécdota sobre
una entrevista que hizo el canal Fox Sports a Miguel Cabrera. Ante la pregunta
¿Qué hubieras sido si no jugaras pelota? A lo cual con una sinceridad tan
admirable como preocupante, respondió “Malandro”. Miguel nació en un sector
popular del norte de Maracay, cercano a mi casa, donde lamentablemente esa es
una de las aspiraciones de cualquier chamo oriundo de un centro urbano
venezolano.
Galarraga también vino de
abajo. Chapellín es tal vez la puerta de entrada a la miseria en la Ciudad de
Caracas. Describen algunas crónicas –en lo personal jamás he ido-, su casa como
una estructura de los años 30´s, entre bloques rojos, zing, miseria, pelotica
e´goma y jerseys de básquet, mezclados con reguetón, basura y jóvenes con
pistolas.
También existe una anécdota
sobre el “Gato”, entiendo que era atribuida a Delio Amado León. Se decía que su
mejor amigo en los Leones era otro “Slugger”,
tercera base y cuyos apodos lo asociaban a actrices de telenovelas, por su
forma de batear y sus peinados pocos masculinos para la época. Luego de las
prácticas, ambos se “encompinchaban” para beber anís.
Al poco tiempo, el otro “Slugger” fue cambiado precisamente a los
Tigres, en lo que todo el mundo calificó como un regalo para los aragüeños. Un
directivo del Caracas dijo: “A la manzana buena debes separarla de la podrida”.
Si bien la carrera del tercera base en Maracay lo llevó a ser por mucho tiempo
el segundo jonronero histórico de la liga, por detrás de Antonio Armas,
Galarraga no solo se convirtió en un ícono para los melenudos, sino para la
nación.
Luego de vivir sus mejores
años como pelotero con el equipo de Colorado, en 1999 Galarraga fue
diagnosticado con el mal de Hodgkins,
una forma de cáncer en la espalda. Nunca un ídolo nacional recibió todos los
buenos deseos y oraciones de una nación que tiene y tendrá al béisbol como su
principal pasatiempo. La Rosa Mística, Gregory, la Madre María y tal vez uno
que otro santo, recibieron tantas peticiones de ricos y pobres por igual. Hubiera
deseado “El Supremo” tener la buena vibra de todos los venezolanos por su
salud. Entiendo que el milagro se lo atribuyen a la primera, no solo en una
sino en dos oportunidades.
Galarraga volvió a las
Grandes Ligas a culminar su carrera, para la felicidad de todas y todos.
Lamentablemente sus números de por vida no fueron suficientes para ser
considerado, al menos en más de una votación, para el Salón de la Fama, así la
prensa caraquista diga lo contrario.
Miguel Cabrera ya es nuestro
primer MVP y Triple coronado, también seguirá siendo por unos años más el mejor
pelotero del planeta. A los caraquistas solo les quedará el consuelo que Vizquel
entrará primero que David a Cooperstown, aunque Juan Vené diga lo contrario con
argumentos, por demás, muy serios.
Pero “El Gato” seguirá
siendo el mejor en nuestros corazones, como un hombre que vino de abajo y que
fue capaz de unir a todos los venezolanos en oración. No importa si la mayoría de
los peloteros caen en la bebida y otras sustancias recreativas, tienen
problemas con la Ley e incluso de violencia de género. Para nosotros, gracias a
Galarraga, el Grande Liga es un ciudadano que merece nuestra admiración y
respeto.
En nuestro país hay
empresarios honestos que luchan día a día contra el acoso del Estado, empleados
no menos honestos que entienden que, así se trabaje para una empresa privada,
la “Atención al Cliente” también es un servicio público. Ni hablar de quienes,
a través de grupos voluntarios, apoyan a la gente en los hospitales y en las
cárceles.
Entiendo que la religión
nos pide ser humildes, pero las cosas buenas hay que comunicarlas. La gente
mala –lamentablemente muchos de ellos en el poder- lo hacen, así sean mentiras.
Con respeto a Miguel,
entiendo que invierte parte de sus recursos en obras de caridad, algunas de
ellas de la mano de Empresas Polar. De aquí a
20 años tal vez sea otro ícono de bondad.
Nada convence más que el
buen ejemplo. Y Venezuela necesita enterarse que la gente buena la quiere.
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