Hoy supe –a una pequeña escala- qué se siente ser una
especie de héroe de guerra y recibir el afecto de la familia al regresar de la
batalla. Llegué a casa de mis tías con 3 pollos, los cuales adquirí por Bs. 460,
cifra que a esta hora sigue siendo más de un dólar).
Mis tías me recibieron con una sonrisa, porque hace tres
días me pidieron Bs. 3 mil para comprar la carne de la semana en una famosa
carnicería de la calle 12, la cual se encuentra esta semana full de “revendedores”,
a quienes les venden un tipo de carne que está distribuyendo el Estado y que
los dueños del local le recomiendan a mi familia, en honor a los años de
amistad, que no la compren.
Mi día no fue sencillo. Un grupo de trabajadores organizados
en la Caja de Ahorros logró hacer un contacto con el gobierno para la
distribución de pollos a precios solidarios. Debo confesar que “eché carro” en
el trabajo desde las 9:00am, y mis compañeros lo saben porque estaban ahí
conmigo. Hoy no se atendió la necesidad de ningún cliente, porque los
trabajadores estábamos satisfaciendo una de las necesidades primarias según la
pirámide de Maslow: El hambre.
De hecho nuestra condición de trabajadores también nos ha
permitido hacer “Sinergia” con los comerciantes. El chino del frente, al cual
le llegan productos regulados con frecuencia, nos tira el pitazo para ir a
hacer nuestra cola cuando la “vaina no está tan ruda”. Eso permite, por
ejemplo, que las madres primerizas puedan comprar pañales los miércoles, así su
número de cédula termine en 9 y le toque los viernes, cuando llega champú.
En esta Venezuela ya no hay espacio para hacer enemistades,
sino para colaborarnos entre todos ¿Ese no era el socialismo que se quería?
Ejemplo, yo siempre me negué a comprar en Mercal, no porque
pensé que alguien me iba a pegar los “piojos”, sino que desde mi posición creía
que ese era un plan para los más necesitados y yo, como parte de la mal llamada
“clase media”, debía pagar un poco más en Central Madeirense, tomar un número,
esperar ser atendido y pedir lo que quisiera. Incluso hasta para las parrillas
del softbol teníamos un pana con un contacto en el matadero y siempre alcanzaba
hasta para los arroceros.
Pero esa época se acabó. La clase media -y la alta- hace su
cola y lleva sol para comprar donde lleguen productos regulados, no importa si
es Farmahorro, SAS, Farmatodo o Locatel. Ese contacto con la gente, el gritarle
-junto al humilde- al cabrón que se está coleando e incluso ofrecerle unos
coñazos al policía o a un guardia, es lo que hoy nos da el poder moral y la
razón para ver a los ojos a nuestro hermano chavista y decirle…
“¡La culpa es tuya, coñoetumadre!”.
Así llegue a su casa y ponga un CD de Silvio Rodríguez para
ahogarse en su propia mentira. Mañana nos encontramos en la cola, si coincide
nuestro número de cédula.
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