El humor negro es mi preferido. Gracias a él, cualquier situación difícil se vive con una sonrisa… malévola.
En la noche del sábado, durante mi conversación con Juan Diego (el médico hermano de mi mejor amigo) hablamos sobre las vainas que a uno le toca ver en las emergencias de los hospitales. “Sí marico, esta mañana estuve en la emergencia del Hospital Central y vi a un hombre que se cortó la pierna el mismo con una motosierra”. Yo imaginé una escena de Kill Bill y me cagué de las risas. A Juan Diego –desde ese punto de vista- también le dio gracia.
En la mañana me enteré que a mi tío lo trasladaron al piso 2 con los internos de traumatología. Ahí se encuentra recluido con 6 hombres, ellos son dos obreros, un chamito y tres malandros. Pasé el mediodía con él y empecé a conocer a estos personajes.
El médico residente entró para sustraer los yesos. Comenzó con el chino, uno de los malandros, quien tenía un yeso que ocupaba toda su pierna izquierda. Cuando empezaron a cortarle el yeso, empezó a dar unos gritos de jeva. Todos reímos como si viéramos un episodio de JackAss o Dirty Sánchez, mientras el pana mentaba madres a diestra y siniestra.
Luego le tocó a mi tío, quien tenía una bota en su pié izquierdo, ni chilló. El chino dijo “Es que lo que pasa es que mi yeso era más grande y por eso ardía más”. La verdad es que mi tío se la pasa drogado con Fenobarbital. Podríamos caerle a patadas en el fémur entre todos y probablemente no sentiría nada.
Siguió el chamo de al lado de la puerta de la habitación. Chocó en su moto. Curiosamente se la pasa todo el tiempo haciendo motos de plastilina. Tuvo que quitarse el interior para que le colocaran una férula. La enfermera le miraba el paño que tapaba sus genitales. Cuando se fueron los médicos, “El Tocayo”, uno de los malandros de la habitación, le dijo al joven que tenía una admiradora. “¿Cuál?”; “¿Te vas a hacer el loco? Esa estaba rezando pá que se cayera el pañito”.
El tocayo es un malandro viejo que se encuentra al frente de mi tío. Esa noche me contó que si bien ahorita es un tipo sano (la empresa en la que trabaja le compró su prótesis), hubo una época en la que no.
“Teníamos un grupo de muchachos sanos en el barrio. Eso hasta que un pana nos presentó a un chamo que nos metió malas mañas. Al poco tiempo caí en el perico”. Al día siguiente le dieron de alta.
Le llamamos "el tocayo" porque se llama “José”, al igual que el tercer malandro “El jose”. La primera vez que hablé con él me dijo “Tengo un mes y 8 días internado aquí”. En horas de la tarde, cuando el médico le quitó el yeso a mi tío, le dijo “Pana ¿hasta cuándo coño é la madre voy a estar metido en esta vaina?” A lo que le respondió “Yo no tengo la culpa que te hayan vaciado media metralleta en esa pierna. Recibió 14 tiros el día que fue ingresado.
Los tres malandros presumían de sus hazañas. “Se me puso popi y lo dejé peago”, dijo El jose; “Yo no andaba en ese crimen, pero me agarraron. Pagué Tocorón, pero no lo pajié”, contó el chino, quien resultó ser un gran hablador de guevonadas, porque tiene 17 años y presumo que a esa edad no lo debieron haber metido preso en esa cárcel. Digo yo ¿no?
Esa noche hablamos sobre el caso de Uguet Urbina. Los tres coincidieron que de haber sospechado que los empleados fueron los que planificaron el secuestro de su mamá (tesis de la defensa del pelotero) ellos también los hubieran quemado vivos. Los empleados de Urbina se salvaron y el lanzador está cumpliendo 14 años de pena en la prisión de San Juan de los Morros, donde dicen que vive como un Rey.
La verdad agradezco la oportunidad de convivir con personas con quienes jamás hubiera cruzado palabra, llenas de vida y con ganas de reír.
miércoles, 24 de marzo de 2010
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