5 de enero de 2009, estadio José Pérez Colmenares. Previo al juego tratamos de entrevistar a Marco Scútaro. En el dogout del Caracas había presión, porque se rumoraba que Jesús Guzmán iba a recibir un pelotazo debido al “perreo” que le hizo a los Tigres el sábado 3 de enero en el universitario. Al final la seguridad del Caracas impidió que grabáramos las palabras del infilder de los Leones.
Saliendo del campo de juego, encontré a una compañera de estudios de la universidad. Estaba acompañada por su esposo dominicano, con quien vive en Quisqueya desde hace un tiempo, y donde nacieron sus dos hijos. Les saludé y charlamos un pequeño rato hasta que abandonamos el campo.
Una hora más tarde visualizamos en el palco de prensa del JPC el famoso pelotazo de Horacio Estrada, que ocasionó cualquier cantidad de peleas, dimes y diretes entre ambos equipos hasta que finalizó la temporada. El extranjero dijo en tono más cubano que de su tierra “mi hermano, este juego sí está bueno”.
Minutos más tarde llegó una amiga, a quien llamaré “La chica del dado”. Con ella charlamos todo el juego. La pareja me pidió que les llevara a un lugar para ir a beber luego del juego. Ese día yo ni había almorzado, pero acepté. Compramos una botella de ron con su respectiva Coca Cola y bolsa de hielo, compañía ideal para ir a beber en Las Ballenas, hasta que la policía nos corriera.
La conversación con la pareja fue amena. Como siempre, yo indagando las intimidades de la gente sin necesidad –por morbo, fucking facebook-, el dominicano hizo una confesión “A mi me encanta que mi mujer me mame el culo”, lo cual generó en el grupo una gran risa, y particularmente en mi, una señal de alerta.
La falta de alimento y el exceso del alcohol –me puse a beber al ritmo del dominicano- llevó a lo inevitable: La mamá de las peas. Vomité en la calle, me quedé dormido, empecé a tirarme peos sin control y demás.
Semejante show hizo que la pareja me pidiera que les llevara a un hotel, como lo habíamos acordado. No pude llegar. Los dejé en Las Américas para que pidieran un taxi. Mi ex compañera de estudios comentó “Pero Jorge, si te sientes tan mal quédate durmiendo con nosotros en el hotel”. Semejante propuesta, y el conocimiento de las intimidades de la pareja, me hizo retomar fuerzas para llegar manejando a la casa.
Estacionado el carro caí inconciente, aunque no lo suficiente para no darme cuenta que el carro se estaba rodando en reversa una vez lo apagué, y pude colocar el freno de mano. Dos horas después desperté y llegué a mi cama. Desperté finalmente a las 7am y no pude dormir más. No pude ir al trabajo por el señor ratón que cargaba, que se fue en su totalidad tres días después, gracias a muchas pastillas, sopa caliente y Red Bull.
Esa es hasta ahora mi última gran pea. Espero nunca llegar al 100% de inconciencia y menos con personas que no conozco.
martes, 24 de febrero de 2009
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