Hace un tiempo hice la ceremonia del espíritu de la navidad con mi sobrinita. Me sorprendió que uno de sus deseos fue que nadie muriera joven. La verdad a mi me pega mucho cuando ocurre eso, y en este blog narré la historia de mi amigo Kike, a quien perdí durante mis estudios universitarios.
Hoy me tocó ir al funeral del hermano de un amigo del colegio. El chamo se llamaba Simón Oropeza y fue atropellado por un Aveo azul oscuro a exceso de velocidad por la calle de servicio del Paseo Las Delicias. Tenía 23 años.
En esta oportunidad recordaré a Junior. Él era uno de los integrantes favoritos de “El Beso Negro”, punto de reunión en Andrés Bello al cual he hecho referencia en este rincón del Internet.
Junior era novio de una compañera de estudios, a quien llamaré Antonieta. Ellos tenían una relación de pareja bastante abierta, se montaban cachos y eran felices. Él era un atleta y ella era intelectual.
Uno de los cuentos más famosos de Junior fue que en una oportunidad viajó a la finca de su familia. En ella había 3 muchachas que trabajaban en las parcelas. Según su cuento, él terminó tirando con las 3 en una semana que estuvo por allá. Todos creíamos sus cuentos porque siempre había testigos, pero ante semejante hazaña, cada vez que echaba un cuento, yo le interrumpía para preguntar si en esta oportunidad también “se las había pegado a las tres”.
Precisamente hizo un viaje a esa finca hace 3 años, del cual nunca regresó. Encontraron su carro, un volskwagen escarabajo, volteado, y él adentro desnucado. Lo llevaron a una clínica donde estuvo en vida vegetal por dos o tres días, hasta que le desconectaron.
En su funeral, uno de mis amigos, a quien llamaré “El Maestro”, me abrazó y dijo “Yo quiero que Junior esté aquí conmigo”. “Tranquilo Maestro” le respondí. “Yo quiero que esté aquí pá que me diga a cuántas de estas carajas se pegó”. Al voltear me di cuenta que la funeraria estaba llena de mujeres jóvenes, todas bellas.
Luego de verlo en la urna, con una franela y con el pelo rapado, decidí más nunca ver a un muerto joven en una urna, porque la verdad duele mucho. Junior murió a sus 33 años, bien vividos.
Ya en el entierro, uno de sus primos me vio con los ojos llorosos y dijo “Me las pegué a las tres”, y todos reímos en medio de la tristeza.
Ciertamente es en las funerarias el sitio donde más chiste se cuentan, claro, para superar el momento difícil, pero es bonito que la gente te recuerde y sonría. Eso lo logró él.
domingo, 14 de diciembre de 2008
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