Esta mañana se informó sobre la muerte de Oliver Sánchez, un
niño “afro descendiente” –según las etiquetas racistas impuestas por Hugo
Chávez y no un simple venezolano- quien se hizo famoso por tener entre sus
manos un cartelito pidiendo medicinas para curar su cáncer en paz.
Es difícil opinar con objetividad o no culpar a quienes,
según mi percepción, deben asumir la responsabilidad por el triste desenlace. En
lo particular no conozco sobre los efectos de los medicamentos que necesitaba ni la esperanza real
de vida de Oliver habiendo recibido un tratamiento a tiempo. Solo sé que murió
y que tengo una gran arrechera.
Hay responsabilidades evidentes: Por un lado tenemos un
Estado que, por sostener un control de cambio que solo beneficia a quienes
tienen acceso a divisas para importaciones, no cancela deudas a proveedores –No
la empresa, como dicen las cuñas de Misión Verdad-, permite la existencia de
mafias y, por una “interpretación de la frase “ayuda humanitaria”, niega la
posibilidad de permitir la donación de algunos medicamentos por vía de
instituciones religiosas.
Es decir, me parece tan obvio que los culpables directos de
la situación de los pacientes oncológicos son aquellos que están metidos en
importaciones de medicinas de la India o de Cuba, que según denuncias del
médico y diputado por Vargas José Manuel Olivares no poseen la calidad
necesaria para tratar efectivamente a los pacientes, que cualquier otra
discusión ética y moral me parece ridícula… pero la hay.
En Venezuela existe un gran debate sobre si los tiempos
políticos coinciden con los sociales. Es decir, si de realizarse un referendo
revocatorio en octubre de este año será lo suficientemente a tiempo para evitar
un “estallido social”. Y cuando ocurren casos como el de Oliver, muy poca gente
está dispuesta a tener la paciencia necesaria para canalizar las cosas de
manera pacífica.
El único homenaje que se le puede rendir a Oliver es evitar
que se siga jugando con la salud de la gente, y sobre eso, a través de la
opinión pública, se puede hacer mucho. Es más fácil salir a pedir a la calle u
organizar un “teletón” para comprar una medicina cara, a que esa medicina nunca
llegue a quien la necesita.
Sé que hay personas que, teniendo familiares con cáncer e
incluso padeciéndolo, podrán decir que se va a utilizar el lamentable suceso
para culpar a un “gobierno inocente” o un legado político que, ante la realidad
de los hechos ya no tiene sentido. Pero es hora que el pueblo diga a una sola
voz que Venezuela pierde con la corrupción en el sistema de administración de
divisas y que quien crea que callando sobre el asunto podrá colarse dentro de
estas mafias “literalmente asesinas”, tiene mucho de responsabilidad en el
dolor que sufre la familia de un niño afro descendiente del oeste de Caracas.
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