VII El Culpable
Luego de los resultados electorales del 6 de diciembre me
sentí tentado a descargarme en contra de los chavistas, pero luego comprendí que
la grandeza de la hazaña realizada por héroes anónimos como mi círculo cercano
de amigos, mi familia y por qué no admitirlo, por mí mismo, preñó de esperanza
a este pobre país engañado durante décadas por una ideología barata que gobernó
este país durante la mayor bonanza petrolera conocida por la humanidad.
En mayo de 2016 ni los chavistas ni los antichavistas nos
sentimos optimistas. De hecho confieso que perdí cualquier esperanza de una
salida democrática y pacífica a esta crisis. Ojo, sigue siendo posible, pero la
probabilidad cada día es menor. Hoy 9 de
cada 10 venezolanos estamos seguros que Maduro no hará absolutamente nada para
solucionar la crisis, sencillamente porque su círculo de ministros vive en una
burbuja donde algún “estratega militar” dice: ¿Para qué hacer algo si la gente
está muy tranquila haciendo su cola? Claro, ni siquiera se enteran que en todos
los centros poblados del país ocurre un saqueo a diario.
Durante estos escritos he admitido que todos tenemos la
culpa de la situación actual, desde el militar que sin instrucción alguna
aceptó un cargo público, el clase media que creyó un derecho constitucional el
acceso a dólares subsidiados para viajar al extranjero (Conozco incluso
doctores que se creyeron ese cuento), el bobo que no vota, el gafo que quería
un gobernador chavista porque “a él le liquidan los reales” y demás gente
básicamente idiota. Luis Alberto Machado una vez dijo “el hombre inteligente es
honesto, porque se dio cuenta que si todos somos honestos tendremos una mejor
sociedad”.
Pero chavista, nada te salvará de vivir el resto de tu vida
con el estigma del fracaso, de la ignorancia, del haber sido manipulado con
ideología barata, de haber sido esclavo de tu resentimiento, de ser lo
suficientemente pendejo como para entender que el capitalismo no te permite
comprar el desodorante más caro, pero sí tener acceso a uno más barato,
mientras que el comunismo te lo niega: Lo poco que hay es para los poderosos y
para el contrabando.
El adeco era tramposo, el copeyano era elitesco, pero el
chavista, por siempre y para siempre, será un pobre pendejo. O bien por ser un
viejo lleno de dogmas que cree que si los adecos vuelven al poder van a matar
gente (entre ellas los choros irrecuperables que él mismo quisiera ver en una
silla eléctrica) o el joven que canaliza su rebeldía ante su papá o su mamá con
falsos ídolos. La inteligencia es tal vez la capacidad de darse cuenta que se
está equivocado –también la velocidad para hacerlo-, de callar cuando no se
conoce sobre algo y no la capacidad para auto engañarse con argumentos
construidos por manipuladores como los de Misión Verdad. Ejemplo: Las empresas
producen productos grandes para simplificar las ganancias, cuando por la
presentación más grande de champú vale Bs.80.
Muchos chavistas mantienen sus posiciones por temor al
bulliying, pero piénsenlo ¿Cuántos adecos terminaron estos últimos 17 años
vistiendo una camisa roja? Chávez, ícono de la ignorancia nacional e incluso
continental, será tan negado como Jesucristo por sus apóstoles, pero créanme,
en el epitafio de su conciencia quedará el estigma de haber sido
corresponsables de la situación más grande de miseria que ha conocido este país
desde la guerra federal.
Chavistas: El coño de su madre.
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