VI: El Militar
Mi primer voto fue en 1998, que coincidió con la primera
candidatura de Hugo Chávez a la presidencia. Era una época en la cual no solo
existía un deseo de cambio en la sociedad, también había un desgaste de la
clase política. Todos parecían ofrecer lo mismo, la descentralización parecía
haber llegado tarde y un buen recuerdo mal comprendido catapultó a un golpista
a Miraflores.
El mito de la eficiencia de los militares venezolanos tal
vez fue el peor legado que dejó Marcos Pérez Jiménez. Un militar de derecha,
más parecido a Pinochet que lo que intentó hacer Fidel Castro –quien recordemos
era más un hombre de leyes que un soldado-, llevó a la clase media a confiar en
el nativo de Sabaneta: El deseo de dormir con las puertas de la casa abiertas.
Los cuentos de la eficiencia en materia de seguridad de
Pérez Jiménez eran más parecidos al Estado islámico o a Mussolini que a lo que
propuso Hugo Chávez. Cuentos como “Al que robaba le cortaban las manos”,
hicieron olvidar a nuestros abuelos que en Venezuela hubo campos de
concentración para políticos, preferiblemente adecos y comunistas. Cualquier muerte ocurrida en Guasina
(Campo de Concentración ubicado en Delta Amacuro) fue más horrible de cómo
cuentan que la democracia asesinó al Profesor Alberto Llovera o al padre del
actual alcalde de Caracas.
Pero olvidando la torpeza del chavismo de entregar armas y
territorio a los malandros por razones políticas, lo que derivó en el
nacimiento de la figura del Pran, la conciencia colectiva nos decía que los
militares eran capaces de transformar a Caracas en lo que fue en los años 50:
Tal vez la ciudad más moderna del mundo.
17 años después podemos afirmar que ninguna obra de
infraestructura útil para el país, como el ferrocarril, fue culminada, y además
no existe hoy algún militar de mediano a alto grado que pueda lanzar la primera
piedra al recuerdo de Vinicio Carrera. Desde grandes guisos en el Seniat y
Cadivi, hasta la venta condicionada de línea blanca de Mi Casa Bien equipada o
Mercal, pasa por manos de algún efectivo castrense, que lejos de aquellos
jóvenes venezolanos que confrontaron hace 200 años a la primera fuerza militar
del planeta, hoy son incapaces de caerse a tiros con un malandro. De hecho,
durante las pasadas elecciones varios centros electorales fueron atacados por
el hampa para robarles los fusiles a los soldados.
Ser militar en este país es un hecho de vergüenza y una causa justificada de sospecha. Hoy vemos soldados, cabos y demás efectivos de bajo rango arrechos –incluso hace unos días un grupo fue apresado por robase un chivo, ya que desde hace meses redujeron la alimentación en los cuarteles-, pero ellos mismos hasta hace menos de un año mandaban cadenas de Whatsapp revendiendo a precios especulativos electrodomésticos que obtuvieron por tener acceso a un fusil.
Es más, un pana me dijo en estos días “Chamo, yo me di de
baja porque tengo miedo que me maten y me iré a trabajar de ilegal en Estados
Unidos” ¿Este tipo de cobardes son los que van a hacer respetar la
constitución? ¿Cómo es posible que un hombre que sabe manejar un Kaláshnikov le
tenga miedo a un malandro?
O peor aun ¿Qué tan buena ha sido la propaganda oficial para
hacernos creer que Vielma Mora era un gerente eficiente o que Henry Falcón no
está rodeado de dinero sucio?
La Fuerza Armada Nacional es motivo de vergüenza, al punto
que estamos a nada que un grupo de malandros organizados –dicen que la banda
del difunto Picure está compuesta por 400 hombres armados- tome de una buena
vez los cuarteles. De hecho no les hace falta, con pasarle real al
administrador de Cavim tienen garantizada las municiones para secuestrar gente
próspera e inocente.
La Fuerza Armada del futuro debe tener una formación
técnica, deben ser capaces de tomar con un grupo comando una ciudad, manejar
“Drones”, jamás meterse en actividades civiles mientras usen uniforme – ni al
voto deberían tener derecho- y tal vez, siguiendo el ejemplo de Costa Rica,
deberíamos eliminarlas, ya para qué vamos a seguir gastando real en mantener
ignorantes si nuestras riquezas naturales, aquellas que los gringos nos van a
saquear un día, una manada de corruptos ya se la entregó a los chinos.
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