jueves, 26 de mayo de 2016

Oliver y el tiempo de Dios



Esta mañana se informó sobre la muerte de Oliver Sánchez, un niño “afro descendiente” –según las etiquetas racistas impuestas por Hugo Chávez y no un simple venezolano- quien se hizo famoso por tener entre sus manos un cartelito pidiendo medicinas para curar su cáncer en paz.

Es difícil opinar con objetividad o no culpar a quienes, según mi percepción, deben asumir la responsabilidad por el triste desenlace. En lo particular no conozco sobre los efectos de los medicamentos que necesitaba ni la esperanza real de vida de Oliver habiendo recibido un tratamiento a tiempo. Solo sé que murió y que tengo una gran arrechera.

Hay responsabilidades evidentes: Por un lado tenemos un Estado que, por sostener un control de cambio que solo beneficia a quienes tienen acceso a divisas para importaciones, no cancela deudas a proveedores –No la empresa, como dicen las cuñas de Misión Verdad-, permite la existencia de mafias y, por una “interpretación de la frase “ayuda humanitaria”, niega la posibilidad de permitir la donación de algunos medicamentos por vía de instituciones religiosas.

Es decir, me parece tan obvio que los culpables directos de la situación de los pacientes oncológicos son aquellos que están metidos en importaciones de medicinas de la India o de Cuba, que según denuncias del médico y diputado por Vargas José Manuel Olivares no poseen la calidad necesaria para tratar efectivamente a los pacientes, que cualquier otra discusión ética y moral me parece ridícula… pero la hay.

En Venezuela existe un gran debate sobre si los tiempos políticos coinciden con los sociales. Es decir, si de realizarse un referendo revocatorio en octubre de este año será lo suficientemente a tiempo para evitar un “estallido social”. Y cuando ocurren casos como el de Oliver, muy poca gente está dispuesta a tener la paciencia necesaria para canalizar las cosas de manera pacífica.

El único homenaje que se le puede rendir a Oliver es evitar que se siga jugando con la salud de la gente, y sobre eso, a través de la opinión pública, se puede hacer mucho. Es más fácil salir a pedir a la calle u organizar un “teletón” para comprar una medicina cara, a que esa medicina nunca llegue a quien la necesita.

Sé que hay personas que, teniendo familiares con cáncer e incluso padeciéndolo, podrán decir que se va a utilizar el lamentable suceso para culpar a un “gobierno inocente” o un legado político que, ante la realidad de los hechos ya no tiene sentido. Pero es hora que el pueblo diga a una sola voz que Venezuela pierde con la corrupción en el sistema de administración de divisas y que quien crea que callando sobre el asunto podrá colarse dentro de estas mafias “literalmente asesinas”, tiene mucho de responsabilidad en el dolor que sufre la familia de un niño afro descendiente del oeste de Caracas.

Solo con un mensaje común podremos dar el primer paso para acabar con quienes mantienen a Venezuela en esta situación y luego dar un paso a la vez. Por muy lejos que se vea el objetivo, sabremos que estamos avanzando.

domingo, 22 de mayo de 2016

El Antichavista

VIII El Superhombre



El Antichavista fue un ensayo para expresar toda la arrechera que siento por haber vivido mi juventud durante la borrachera más insensata que ha tenido este país desde que llegaron los españoles. Considero que mis sentimientos no llegan al resentimiento, pero sí creo que todos los venezolanos: chavistas, militares, enchufados, los que se fueron, los que se quedaron… deben asumir su responsabilidad antes de hablar sobre Venezuela y entender que ser un ganador no es una licencia que nos da el tiempo, sino el ser fieles a nuestros principios y valores. Es decir, no soy un ganador si pude robar, lo hice y no fui condenado, ser un ganador en la vida es hacer lo que se considera correcto y ser fiel a los principios básicos de la convivencia humana.

Por eso deseo terminar estos escritos con una nota de esperanza. Los tiempos difíciles son una especie de purga, no solo para salir de lo malo sino también de lo que uno consideraba valía la pena.

El concepto de Superhombre de Nietzsche, como he escrito en varias oportunidades fue manejado con ignorancia por Hugo Chávez, también fue trasformado en la práctica por el chavismo en la aparición del Pran. Un choro que tiene más poder que el policía e incluso el mismo Estado es quien, a cambio de “la causa”, privatizó el derecho a la seguridad e incluso al alimento. Este héroe retorcido, nacido de la más grande situación de desgobierno y anarquía, es el principal legado que nos deja el chavismo. El Pran es el Übermensch bolivariano.

Pero aun en nuestra época más triste, el venezolano ha demostrado solidaridad, tener deseo de colaborar con el prójimo, deseo que el país salga adelante. Venezuela sobrevivirá al chavismo, porque existen compatriotas que, aunque hayan emigrado por conceptos vacíos sobre la vida, no se desvinculan del todo, visten su camisa vinotinto y mandan medicinas a aquellos amigos que siguen aquí dando la lucha.

Sobrevivirá mi país mientras existan funcionarios públicos honestos, que incluso sin ser chavistas dan lo mejor de sí para que los servicios básicos, telecomunicaciones, banca y demás, no se caigan por la mala administración de un político o un militar.

Venezuela renacerá como aquel chavista que fue más grande que su orgullo y comprendió que más allá de su dolor siempre estuvo equivocado.

Mi país seguirá de pié mientras existan personas que prefieran ser pobres a tener una fortuna deshonesta, porque lo importante en la vida no son los lujos con los que vivas, sino cómo disfrutes tu existencia.

Venezuela, mi único país, sobrevivirá al chavismo y a nuestro propio ciclo de vida. Que nuestro sacrificio –en realidad el sacrificio real lo estamos viviendo desde hace dos años para acá y no hay esperanza que las cosas mejoren en el corto plazo- no será en vano. Así como en la Alemania Nazi existieron grupos de resistencia como “La Rosa Blanca” o quienes organizaron la operación Valkiria, no todos los venezolanos somos corruptos, vividores o chavistas.


Aunque nuestros nombres no signifiquen nada para la historia, son nuestras acciones la que nos definen como nación. El verdadero superhombre venezolano existe, existe en las acciones positivas y honestas de cada uno de nosotros, en el buen humor, en la capacidad de compartir una arepa... en nuestra verdadera esencia como nación.

El Antichavista

VII El Culpable



Luego de los resultados electorales del 6 de diciembre me sentí tentado a descargarme en contra de los chavistas, pero luego comprendí que la grandeza de la hazaña realizada por héroes anónimos como mi círculo cercano de amigos, mi familia y por qué no admitirlo, por mí mismo, preñó de esperanza a este pobre país engañado durante décadas por una ideología barata que gobernó este país durante la mayor bonanza petrolera conocida por la humanidad.

En mayo de 2016 ni los chavistas ni los antichavistas nos sentimos optimistas. De hecho confieso que perdí cualquier esperanza de una salida democrática y pacífica a esta crisis. Ojo, sigue siendo posible, pero la probabilidad cada día  es menor. Hoy 9 de cada 10 venezolanos estamos seguros que Maduro no hará absolutamente nada para solucionar la crisis, sencillamente porque su círculo de ministros vive en una burbuja donde algún “estratega militar” dice: ¿Para qué hacer algo si la gente está muy tranquila haciendo su cola? Claro, ni siquiera se enteran que en todos los centros poblados del país ocurre un saqueo a diario.

Durante estos escritos he admitido que todos tenemos la culpa de la situación actual, desde el militar que sin instrucción alguna aceptó un cargo público, el clase media que creyó un derecho constitucional el acceso a dólares subsidiados para viajar al extranjero (Conozco incluso doctores que se creyeron ese cuento), el bobo que no vota, el gafo que quería un gobernador chavista porque “a él le liquidan los reales” y demás gente básicamente idiota. Luis Alberto Machado una vez dijo “el hombre inteligente es honesto, porque se dio cuenta que si todos somos honestos tendremos una mejor sociedad”.

Pero chavista, nada te salvará de vivir el resto de tu vida con el estigma del fracaso, de la ignorancia, del haber sido manipulado con ideología barata, de haber sido esclavo de tu resentimiento, de ser lo suficientemente pendejo como para entender que el capitalismo no te permite comprar el desodorante más caro, pero sí tener acceso a uno más barato, mientras que el comunismo te lo niega: Lo poco que hay es para los poderosos y para el contrabando.

El adeco era tramposo, el copeyano era elitesco, pero el chavista, por siempre y para siempre, será un pobre pendejo. O bien por ser un viejo lleno de dogmas que cree que si los adecos vuelven al poder van a matar gente (entre ellas los choros irrecuperables que él mismo quisiera ver en una silla eléctrica) o el joven que canaliza su rebeldía ante su papá o su mamá con falsos ídolos. La inteligencia es tal vez la capacidad de darse cuenta que se está equivocado –también la velocidad para hacerlo-, de callar cuando no se conoce sobre algo y no la capacidad para auto engañarse con argumentos construidos por manipuladores como los de Misión Verdad. Ejemplo: Las empresas producen productos grandes para simplificar las ganancias, cuando por la presentación más grande de champú vale Bs.80.

Muchos chavistas mantienen sus posiciones por temor al bulliying, pero piénsenlo ¿Cuántos adecos terminaron estos últimos 17 años vistiendo una camisa roja? Chávez, ícono de la ignorancia nacional e incluso continental, será tan negado como Jesucristo por sus apóstoles, pero créanme, en el epitafio de su conciencia quedará el estigma de haber sido corresponsables de la situación más grande de miseria que ha conocido este país desde la guerra federal.


Chavistas: El coño de su madre.

El Antichavista

VI: El Militar

Mi primer voto fue en 1998, que coincidió con la primera candidatura de Hugo Chávez a la presidencia. Era una época en la cual no solo existía un deseo de cambio en la sociedad, también había un desgaste de la clase política. Todos parecían ofrecer lo mismo, la descentralización parecía haber llegado tarde y un buen recuerdo mal comprendido catapultó a un golpista a Miraflores.

El mito de la eficiencia de los militares venezolanos tal vez fue el peor legado que dejó Marcos Pérez Jiménez. Un militar de derecha, más parecido a Pinochet que lo que intentó hacer Fidel Castro –quien recordemos era más un hombre de leyes que un soldado-, llevó a la clase media a confiar en el nativo de Sabaneta: El deseo de dormir con las puertas de la casa abiertas.

Los cuentos de la eficiencia en materia de seguridad de Pérez Jiménez eran más parecidos al Estado islámico o a Mussolini que a lo que propuso Hugo Chávez. Cuentos como “Al que robaba le cortaban las manos”, hicieron olvidar a nuestros abuelos que en Venezuela hubo campos de concentración para políticos, preferiblemente adecos y comunistas. Cualquier muerte ocurrida en Guasina (Campo de Concentración ubicado en Delta Amacuro) fue más horrible de cómo cuentan que la democracia asesinó al Profesor Alberto Llovera o al padre del actual alcalde de Caracas.

Pero olvidando la torpeza del chavismo de entregar armas y territorio a los malandros por razones políticas, lo que derivó en el nacimiento de la figura del Pran, la conciencia colectiva nos decía que los militares eran capaces de transformar a Caracas en lo que fue en los años 50: Tal vez la ciudad más moderna del mundo.

17 años después podemos afirmar que ninguna obra de infraestructura útil para el país, como el ferrocarril, fue culminada, y además no existe hoy algún militar de mediano a alto grado que pueda lanzar la primera piedra al recuerdo de Vinicio Carrera. Desde grandes guisos en el Seniat y Cadivi, hasta la venta condicionada de línea blanca de Mi Casa Bien equipada o Mercal, pasa por manos de algún efectivo castrense, que lejos de aquellos jóvenes venezolanos que confrontaron hace 200 años a la primera fuerza militar del planeta, hoy son incapaces de caerse a tiros con un malandro. De hecho, durante las pasadas elecciones varios centros electorales fueron atacados por el hampa para robarles los fusiles a los soldados.

Ser militar en este país es un hecho de vergüenza y una causa justificada de sospecha. Hoy vemos soldados, cabos y demás efectivos de bajo rango arrechos –incluso hace unos días un grupo fue apresado por robase un chivo, ya que desde hace meses redujeron la alimentación en los cuarteles-, pero ellos mismos hasta hace menos de un año mandaban cadenas de Whatsapp revendiendo a precios especulativos electrodomésticos que obtuvieron por tener acceso a un fusil.

Es más, un pana me dijo en estos días “Chamo, yo me di de baja porque tengo miedo que me maten y me iré a trabajar de ilegal en Estados Unidos” ¿Este tipo de cobardes son los que van a hacer respetar la constitución? ¿Cómo es posible que un hombre que sabe manejar un Kaláshnikov le tenga miedo a un malandro?

O peor aun ¿Qué tan buena ha sido la propaganda oficial para hacernos creer que Vielma Mora era un gerente eficiente o que Henry Falcón no está rodeado de dinero sucio?

La Fuerza Armada Nacional es motivo de vergüenza, al punto que estamos a nada que un grupo de malandros organizados –dicen que la banda del difunto Picure está compuesta por 400 hombres armados- tome de una buena vez los cuarteles. De hecho no les hace falta, con pasarle real al administrador de Cavim tienen garantizada las municiones para secuestrar gente próspera e inocente.

La Fuerza Armada del futuro debe tener una formación técnica, deben ser capaces de tomar con un grupo comando una ciudad, manejar “Drones”, jamás meterse en actividades civiles mientras usen uniforme – ni al voto deberían tener derecho- y tal vez, siguiendo el ejemplo de Costa Rica, deberíamos eliminarlas, ya para qué vamos a seguir gastando real en mantener ignorantes si nuestras riquezas naturales, aquellas que los gringos nos van a saquear un día, una manada de corruptos ya se la entregó a los chinos.

Los únicos militares venezolanos dignos de mi admiración son aquellos que dieron su vida por la libertad hace dos siglos. Los de hoy solo inspiran asco, una manada de brutos que no entienden que para empuñar un arma de la república deben poseer honestidad, ética y moral.

miércoles, 11 de mayo de 2016

El experimento de la sociedad venezolana


El Experimento de la Cárcel de Stanford fue un estudio realizado por el psicólogo Philip Zimbardo en 1971, en el cual reclutó a 24 jóvenes de clase media para que fingieran ser policías y reclusos en una cárcel falsa dentro de la misma universidad. Lo que inicialmente parecía un “Juego de Roll”, debió ser suspendido prematuramente al sexto día de 15, ya que los policías desarrollaron actitudes sádicas hacia los convictos, al punto que literalmente “se los iban a coger”.

Este experimento fue muy parecido al que se reseña en la obra “La Ola”, donde un profesor de anarquía recibe la responsabilidad de enseñar “autoritarismo”. Con la imposición de símbolos e íconos tanto en el ámbito representativo (ropa, por ejemplo una boina roja para nuestra realidad) y de mensajes, hizo que sus estudiantes terminaran adoptando conductas facistas y neo nazis sin experimentar culpa. El profesor tuvo que explicar, a manera de #VamoACalmano, que en realidad todo era un discurso pedagógico.

Hago esta referencia porque dentro de mi preocupación por el problema venezolano he logrado identificar algunos patrones repetitivos. Hoy por ejemplo pude conversar con un chavista que se aferra a defender a la clase dominante. Acudió a su vejez para explicarme que yo no podía entender por mi juventud (de 35 años) los horrores de la 4ta república y que “esa gente mata”, mientras que los chavistas al menos le zumban algo al pueblo. Luego, en un ambiente cordial, reconoció que Maduro es una mierda, que los malandros hay que matarlos y que no está de acuerdo con que el TSJ eche para atrás todas las leyes de la AN… y está de acuerdo con una salida electoral a la crisis económica, es decir, que si el chavismo pierde, aquí no se va a morir nadie.

Prometo hacer un escrito más detallado sobre este viaje a Narnia.

Pero es imposible no darse cuenta que en nuestra historia existen patrones repetitivos. Así como el psicólogo Zimbardo escogió para su experimento a jóvenes de clase media, quienes no conocían una cárcel en la vida real, razón por la cual su interpretación de la “autoridad” podía ser “un libro abierto”, aquí hay mensajes claves para dominar a las personas según su clase social y cultural. Es decir, personas que no reciben beneficio económico de todo este peo: Los pendejos.

Los chavistas suelen ser personas con vejez muy aferradas a sus paradigmas y que no tuvieron una vida próspera. Los jóvenes son personas con una figura paterna muy débil o al menos con una ausencia grave en el hogar ¿Son todos brutos? Tal vez a su manera.

Los opositores son personas en extremo neuróticas que pueden experimentar altos y bajos en su ánimo con facilidad. Son tan manipulables que pueden estar pelando bolas en el extranjero, sin una estabilidad económica ni ciudadana, y pensar que progresaron en la vida porque pueden sacar el teléfono en un autobús sin que los roben (Y el chavista está tan enfermo que considera lo último una banalidad y no un deber ser) ¿Son todos banales y vacíos? ¿Todo lo que se ha ido es talento?

En estos días confesé a unas compañeras de estudio que en algún momento estudié astrología y le recordé sobre la anécdota de Francia en el mundial de Alemania 2006, cuando Raymond Domenech dijo que no podía tener a tantos jugadores Cáncer en el equipo porque son muy susceptibles, y a juro tenía que alinear a Zinedine Zidane. Venezuela es un país susceptible (Consiguió su independencia un 4 de julio) y ha sido manipulada durante muchos años por gente sin pudor, con ideología barata y que muchos utiliza las armas para robarle al pueblo su alimento (Ejemplo lo ocurrido hoy en el Mercado de Mayoristas de Maracay).


No esperemos a que esta dama entre en un colapso o un quiebre para darnos cuenta que gracias a Chávez hemos estado jugando con fuego. Los tiempos sociales parecen ser mucho más cortos que los lapsos electorales.

domingo, 1 de mayo de 2016

Er ist wieder da (Ha vuelto)



Motivado a mi necesidad de ahorrar dinero o gastar menos en entretenimiento, me he refugiado en Cuevana, Pelispedia, Zate y demás portales que ofrecen películas gratuitas para invertir mis tiempos libres. Ayer vi una película alemana llamada Er ist wieder da (En español “Ha vuelto”) con la finalidad de practicar mi alemán y reír un poco con el sarcasmo del guión.

La película trata sobre un posible despertar de Hitler en la Alemania de 2014. Al principio la interpretación de Oliver Masucci me pareció graciosa, no tanto como la de Chaplin o el Führer de “Bastardos Sin gloria”, menos cuando el guión desarrolla un humor muy parecido a Borat o Bruno, películas donde Sacha Baron Cohen hace entrevistas xenofóbicas y racistas a personas que responden en serio.

Poco a poco la obra deja de dar risa para convertirse en una razón para no dormir tranquilos. El “Hitler” desarrolla un discurso anti desplazados que calza perfectamente en el presente del tal vez país más culto de Europa. “¿Quién quiere traer hijos a una sociedad así?”, justifica las bajas en los índices de natalidad o “Si un Pastor Alemán se mezcla con un salchicha ¿qué tienes? Si a su vez se mezcla con un Schnauzer, ¿Qué obtienes? ¿Ves que sí vale la pena mantener la raza?

Sé que es una barbaridad comparar a Alemania con Venezuela en estos momentos, pero lo que sí es cierto es que los procesos sociales tienen su tiempo. Por ejemplo, España está a punto de sumergirse en el abismo del socialismo, financiado precisamente por multimillonarios Chavistas.

Alemania ha mantenido a raya la amenaza del neonazismo por el “Bulliying” que han desarrollado contra los intolerantes. Tal vez muchas personas que hoy no consiguen alimentos y medicinas legalmente o por los caminos verdes, aun se rehúsan a reconocer su parte de responsabilidad en este desastre llamado “Chavismo” precisamente por el chalequeo intenso al cual serán sometidos el resto de sus vidas. Una especie de “Lealtad” disfrazada de “Vergüenza”.


Y para quienes aun creen que es una exageración comparar el genocida con Chávez, Masucci corona su actuación –Buena, pero lejos de la de Bruno Ganz en El Hundimiento- con la siguiente frase: “Recuerda que yo fui elegido por el mismo pueblo, porque soy parte de la misma gente, por eso soy inmortal”. Hitler era vegetariano y amante de los animales, todo un hombre carismático… mucho más que aquel hombre de Sabaneta.