Pedro Pablo Peñaloza
Son las 11:35 de la noche del martes 4 de noviembre. El mundo recibe con esperanza y emoción el resultado de las elecciones presidenciales de Estados Unidos. Todos quieren felicitar al nuevo jefe de la súper potencia mundial, pero sólo uno lo logra. Antes de salir al encuentro de las masas enfervorizadas que lo esperan en Chicago, sus asistentes le advierten a Barack Obama que un líder del sur lo está llamando por teléfono para saludarlo. Sorprendido, el candidato demócrata atiende:
- Hello…
- Epa, ¿ja guar yu, Obama? Hermano, recibe un abrazo por este maravilloso triunfo. Tan pronto vi que CNN anunció que habías ganado, me apuré en llamarte. Quería ser el primero en darte la bienvenida al club, compa, sabes que siempre me gusta ser the first chicharrón in the party… yu nou waray min, ¿verdad?…
- Excuse me… who you are?
- ¡Aaaaaa negro pa’ pretencioso! ¿No reconoces mi voz, chico? Soy yo, mi color, Hugo, el presidente al que calificaste como dictador y amenaza… Ese mismo, el de Venezuela, con quien ustedes mantienen esa odiosa dependencia energética que tú juraste romper… Que felicidad que hayas ganado, estoy convencido de que si cumples con tus promesas electorales el futuro de nosotros será maravilloso…
- ¡Oh, president Chávez! Muchas gracias. Tú ser el mismo que decir que le envías señales al hombre negro, ¿right?
- Si, hermano del alma. Tan preocupado estoy en enviarte señales que le dije al ministro de Ciencia y Tecnología que pusiera ese bicho que lanzamos al espacio en dirección a la Casa Blanca, pa’ que todas las señales te lleguen claras y fuertes.
- Pero yo creer que tú estarme negreando. A Evo tú no enviarle señales. Tampoco a Correa, ni a Ortega. Mucho menos a Fidel o a Cristina. A todos les envías dólares, muchos dólares. No discriminarme, recuerda que ahora el Imperio sufrir una crisis, nuestras cuentas estar en rojo-rojito.
- Usted tranquilo, caballo, que tarde o temprano a todos le toca. Además, yo creo que nuestras relaciones serán las mejores porque tú sí eres mi sangre de verdad. No como esa tal Condoleezza, de quien siempre sospeche que era como Michael Jackson pero al revés. Es decir, que esa mujer era blanca como la Thatcher y luego se volvió negra pa’ confundir. Bien maluca que es la Condolencia…
- President Chávez, tú ahora deber respetar para mejorar relación…
- No, Barack, pero si yo jamás le he faltado el respeto a nadie, de esta boca nunca ha salido un insulto o una expresión altisonante contra tu país…
- Please, Hugo… Yo hablar poquito español, pero recuerda que lo primero que se aprenden son las groserías… gracias a eso, siempre yo comprender todos tus discursos sin necesidad de un traductor…
- Nada que no se pueda arreglar… Tan pronto me invites, me voy para allá y nos tomamos dos cafés bien negritos con unas galletas de chocolate en el Salón Oval… Esa si será tremenda merienda de negros, mi compadre…
- Bien, ahora yo querer que tú explicarme por qué tú no mencionar mi nombre y solo llamarme “hombre negro”. Unos creer que ante un eventual acercamiento, tú tratar de justificarte ante tus radicales. Otros sospechan que con ese lenguaje simplificas toda mi propuesta como si sólo se tratara de un asunto racial…
- No chico, nada de eso. No recuerdas lo que le pasó a López Obrador en México y a Ollanta en Perú. Si te nombro, te friego. Tenia que evitar la turkey hen, que en español significa la pava… Mira, bonito sería que, en aras de mejorar las relaciones con el sur, convocaras una reunión con los presidentes de Cuba, Bolivia, Paraguay, Argentina y Venezuela…
- Seguro, dear President, y para que me entienda mejor extenderé las invitaciones usando tu nuevo lenguaje diplomático: Llamaré al hombre viejo, al hombre indio, al hombre cura y a la pareja del maletín.
- Mira, gringo de…
- Bye, bye, my commander…
ppenalozaochoa@gmail.com
domingo, 9 de noviembre de 2008
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