viernes, 6 de junio de 2008

Desde la antesala del infierno


Caracas.- La capital de Venezuela muestra desde hace unos años otro rostro. No sé si es porque era la primera vez que bajaba de noche por Tazón –sacándole la mierda al motor en tercera para que no se me montara en 180- que se me ocurría mirar hacia el horizonte. Los cerros de Caracas son ahora blancos, como los bombillos chinos que trajeron de alguna fulana Misión. Diez años después tenemos más miseria e inseguridad personal, pero los cerros ahora son más bonitos de noche.
Luego conseguí mi primera cola en la autopista Prados del Este, claro jamás tan horrorosa como a la que sobreviví al día siguiente en el distribuidor Altamira. Coño, esta ciudad es insoportable.
Al día siguiente mi hermana me dio la cola hasta la estación del metro más cercana a su trabajo, en Chacaito. Caminé por el boulevard y ahí me di cuenta que Chacao es otra cosa. Me detuve a la entrada de la estación del metro donde Ramón Muchacho grabó su propaganda, en la cual aparece trotando y la gente le acompaña. Ojalá a Leopoldo López le permitan ser Alcalde Mayor, y solucionar en gran medida los problemas de la antigua “Ciudad de los Techos Rojos”.
Dentro de la laberíntica estación del metro pensé tres cosas: Mis siete meses de vida en esta ciudad, cuando trabajé en el Diario TalCual, que el metro sigue siendo un ejemplo de amor propio del caraqueño y lo superpoblado que está ese valle, apto para dos millones de personas y donde actualmente viven seis. Finalmente llegué a la estación “Colegio de Ingenieros”, en el asqueroso Municipio Libertador de Caracas. Gracias a Dios Bernal perdió las primarias para convertirse en gobernador del Estado Vargas.
En la noche tuve el adelanto de mi fiesta de cumpleaños. Visité El Angelus, El Divas y The Pleasure´s Girls. Que espectáculos, que mujeres… El secreto para no salir arruinados de estos locales es llegar con un pana y sentarse con cara de culo. Cuando las féminas se acerquen a pedirte un trago –que con toda seguridad será un Brandy- les respondes “Lo siento mi vida, pero en este momento estoy hablando con mi primo de negocios, que acaba de llegar de los Estados Unidos. Si quieres vuelve en media hora”. En estos tres locales convergen los hombres en camaradería, sin importar raza, credo, tendencia política y límite de la tarjeta de crédito. Excepto en El Angelus, donde tienen problemas con los puntos de venta del Banco Mercantil.

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