martes, 20 de mayo de 2008

POCAHONTAS

Regresando de nuevo a mi época de caraqueño, hay una historia que puede interesar a más de uno. Todo comenzó el 11 de abril de 2002, el famoso día del “Vacío de Poder” en Venezuela. Esa verga fue un golpe de Estado ¿Y cuál es el peo en admitirlo?
La historia más asombrosa de esa tarde –porque sin duda nada puede ser más impresionante que Chávez volviera al poder- fue la de un fotógrafo de un diario de la ciudad de Caracas, quien se puso su celular Nokia –valga la cuña- en el bolsillo de su camisa que está encima del corazón y una bala, en trayectoria desde Llaguno hasta la marcha de la oposición, le pegó en el celular, salvando su vida milagrosamente.
Mi primera pauta en mi segunda etapa en Tal Cual fue con él de fotógrafo. Mi comentario fue “Chamo, tú no eres el de la bala…” “Sí, fui yo” decía inmediatamente y mostraba la fulana bala, que la cargaba de collar.
Él y yo estábamos pendientes con una chama. Ella era escritora de farándula y su familia es dueña de una cadena de rosas que distribuye Farmatodo. Yo siempre tuve las de ganar, porque ella estaba interesada en mí, pero yo tenía dos grandes problemas, ella no me interesaba mucho y no tenía suficiente experiencia echando los perros –a mis 21 años, que pena-.
Yo eventualmente me fui del periódico, y según una fuente ella tuvo su romance con el pana. La chama luego consiguió trabajo en el diario de mayor prestigio del país, ganó un premio internacional de periodismo que recibió en Groenlandia. Su boda fue con un tipo muy adinerado, o debió serlo, porque fue publicada en la sección de Sociales de El Nacional, a dos páginas y con crónica de Osmel Sousa.
La historia de Pocahontas, como le decíamos al chamo por su apariencia, fue muy distinta. Con esfuerzo compró un Mustang de los viejitos y lo “montó”* muy bien. Regresando de una de las playas de las costas del estado Miranda, encontró una cola en la autopista y una gandola no frenó a tiempo, explotando el carro y llevándose su vida y la de una tía. No tendría ni 25 años el hasta ese día suertudo fotógrafo.
Esa es tal vez una de las razones por las cuales me compré un Ford Ka y le saco la mierda a su motor, superando los 200 kilómetros por hora. Si compré un carro que corre que jode, es para disfrutarlo. Total, si es por morir, solo falta un imprudente en la carretera. De hecho, ayer un pana me llegó por detrás en pleno peaje y me rompió el parachoques.

* Montar (venezolanismo/malandro): Realizar mantenimientos efectivos a su automóvil.

1 comentario:

R-menor dijo...

Pobre Kacito! Le rompieron su culito!