viernes, 1 de mayo de 2015

¿Cómo se arregla este peo?

Capítulo 4: El poder del buen ejemplo

Slugger: se le llama así al bateador de gran poder.
Slugging: Es una medida del poder de un bateador, calculado en el total de bases alcanzadas entre el total de turnos al bate (por ende, si un porcentaje de bateo perfecto sería 1.000, uno perfecto de slugging sería 4.000).

Al momento de escribir esta reflexión, Miguel Cabrera tenía 395 cuadrangulares en su carrera de Grandes Ligas, solo a 4 de los 399 que pudo conectar Andrés Galarraga. Todo parece indicar que este mes “El Gato” dejará de ser el máximo jonronero venezolano del mejor béisbol del mundo, también si la salud, la suerte, la gracia de Dios y la fuerza de voluntad para alejarse de la bebida que tenga Miguelito, le permiten seguir conquistando récords en su carrera de “Slugger”.

Existe una anécdota sobre una entrevista que hizo el canal Fox Sports a Miguel Cabrera. Ante la pregunta ¿Qué hubieras sido si no jugaras pelota? A lo cual con una sinceridad tan admirable como preocupante, respondió “Malandro”. Miguel nació en un sector popular del norte de Maracay, cercano a mi casa, donde lamentablemente esa es una de las aspiraciones de cualquier chamo oriundo de un centro urbano venezolano.

Galarraga también vino de abajo. Chapellín es tal vez la puerta de entrada a la miseria en la Ciudad de Caracas. Describen algunas crónicas –en lo personal jamás he ido-, su casa como una estructura de los años 30´s, entre bloques rojos, zing, miseria, pelotica e´goma y jerseys de básquet, mezclados con reguetón, basura y jóvenes con pistolas.

También existe una anécdota sobre el “Gato”, entiendo que era atribuida a Delio Amado León. Se decía que su mejor amigo en los Leones era otro “Slugger”, tercera base y cuyos apodos lo asociaban a actrices de telenovelas, por su forma de batear y sus peinados pocos masculinos para la época. Luego de las prácticas, ambos se “encompinchaban” para beber anís.

Al poco tiempo, el otro “Slugger” fue cambiado precisamente a los Tigres, en lo que todo el mundo calificó como un regalo para los aragüeños. Un directivo del Caracas dijo: “A la manzana buena debes separarla de la podrida”. Si bien la carrera del tercera base en Maracay lo llevó a ser por mucho tiempo el segundo jonronero histórico de la liga, por detrás de Antonio Armas, Galarraga no solo se convirtió en un ícono para los melenudos, sino para la nación.

Luego de vivir sus mejores años como pelotero con el equipo de Colorado, en 1999 Galarraga fue diagnosticado con el mal de Hodgkins, una forma de cáncer en la espalda. Nunca un ídolo nacional recibió todos los buenos deseos y oraciones de una nación que tiene y tendrá al béisbol como su principal pasatiempo. La Rosa Mística, Gregory, la Madre María y tal vez uno que otro santo, recibieron tantas peticiones de ricos y pobres por igual. Hubiera deseado “El Supremo” tener la buena vibra de todos los venezolanos por su salud. Entiendo que el milagro se lo atribuyen a la primera, no solo en una sino en dos oportunidades.

Galarraga volvió a las Grandes Ligas a culminar su carrera, para la felicidad de todas y todos. Lamentablemente sus números de por vida no fueron suficientes para ser considerado, al menos en más de una votación, para el Salón de la Fama, así la prensa caraquista diga lo contrario.

Miguel Cabrera ya es nuestro primer MVP y Triple coronado, también seguirá siendo por unos años más el mejor pelotero del planeta. A los caraquistas solo les quedará el consuelo que Vizquel entrará primero que David a Cooperstown, aunque Juan Vené diga lo contrario con argumentos, por demás, muy serios.

Pero “El Gato” seguirá siendo el mejor en nuestros corazones, como un hombre que vino de abajo y que fue capaz de unir a todos los venezolanos en oración. No importa si la mayoría de los peloteros caen en la bebida y otras sustancias recreativas, tienen problemas con la Ley e incluso de violencia de género. Para nosotros, gracias a Galarraga, el Grande Liga es un ciudadano que merece nuestra admiración y respeto.

En nuestro país hay empresarios honestos que luchan día a día contra el acoso del Estado, empleados no menos honestos que entienden que, así se trabaje para una empresa privada, la “Atención al Cliente” también es un servicio público. Ni hablar de quienes, a través de grupos voluntarios, apoyan a la gente en los hospitales y en las cárceles.

Entiendo que la religión nos pide ser humildes, pero las cosas buenas hay que comunicarlas. La gente mala –lamentablemente muchos de ellos en el poder- lo hacen, así sean mentiras.

Con respeto a Miguel, entiendo que invierte parte de sus recursos en obras de caridad, algunas de ellas de la mano de Empresas Polar. De aquí a  20 años tal vez sea otro ícono de bondad.

Nada convence más que el buen ejemplo. Y Venezuela necesita enterarse que la gente buena la quiere.

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