viernes, 6 de febrero de 2015

No que va, eso no va a ocurrir aquí






En julio del año pasado, el cantante Bertin Osborne tuvo una acalorada discusión con la periodista Beatriz Montañez, ya que ella le aseguraba que Pablo Iglesias no defendía el gobierno venezolano. El cantante, casado con una venezolana, le aseguró: "Bien, pues como tú no has estado y yo no solo voy cuatro o cinco veces al año, sino que tengo a media familia allí, te digo que aquello es un basurero, una pocilga y se han cargado a un país". La periodista apostó 1.000 Euros a que no conseguía una declaración de Iglesias en favor del gobierno venezolano.

Durante el año 1998 se desarrolló una campaña electoral que cambiaría el destino de Venezuela por los próximos 20 años. Un movimiento militar de izquierda, liderado por Hugo Chávez, amenazaba con ganar las elecciones presidenciales, confrontando a una ex reina de belleza, un exitoso gobernador regional y dos políticos adecos. A muchos compatriotas se les terminó de convencer de apostar por un cambio con la siguiente frase: “No que va, eso de convertir a Venezuela en un nueva Cuba no va a pasar aquí, las instituciones del país, el desarrollo de la economía y el contexto internacional lo haría imposible.

17 años después, Cuba intenta resarcir medio siglo de errores, al intentar establecer lazos con la primera potencia del mundo, a la cual tiene a solo minutos de distancia por aire o mar, claro, por barco, no en balsa. En paralelo, Venezuela se aísla más del contexto internacional, manteniendo un tipo de cambio que no favorece la inversión, pero sí a los militares corruptos (y quienes son precisamente los que manejas los mecanismos o guías de control de los alimentos) y ya nadie le presta dinero para mantener la fantasía socialista, sencillamente porque no quiere sanear la administración pública.

Todo esto le ocurrió al país más rico de Sudamérica, un continente con capacidad de siembra todo el año, recursos de agua dulce casi infinitos y con un suelo rico en minerales e hidrocarburos. El mismo país que en los años 50 –y gracias a un militar de derecha- llegó a tener el mejor sistema de salud pública del mundo. Si no lo creen, imaginen el Hospital Central de Maracay culminado por esas fechas, esa edificación faraónica para mantener la salud de esta misma ciudad, pero con la población de hace 60 años atrás.

Mi pregunta ¿De verdad creen ustedes que es imposible que esto se repita en Europa? ¿Es improbable que a un país pobre del primer mundo –por muy “Cuna de la Democracia” como Grecia o por ser “La madre patria”- pase por nuestra misma pesadilla?

Obviamente no. Luego de la primera guerra mundial, una sociedad mucho más culta que España –ya en aquel entonces-, votó por un militar nacional socialista como canciller, para luego convertirse en el tercer genocida más grande de la historia. De hecho ayer revisé la lista de los 10 genocidas más grandes y solo el Rey Leopoldo II de Bélgica es el único líder político o militar que no llegó al poder implorando ideales de igualdad, es decir, de izquierda.

También es cierto que la desesperada situación económica alemana de los años 30, que no encontró en el pueblo judío un aliado sino un prestamista coño de madre, se parecía más a la que hoy tenemos en Venezuela. Pero también es cierto que son miles los venezolanos han volado el trayecto de regreso Barajas / Maiquetía con el rabo entre las piernas, sencillamente “porque allá no hay curro”. Ni hablar del sistema hipotecario. España fue desplazada desde hace años por Irlanda, Inglaterra y la misma Alemania como primer destino de emigración de los venezolanos con pasaporte europeo.

Ese fue el premio por abandonar a un país que tanto les dio a sus abuelos, que llegaron prácticamente desnudos a esta tierra y que les permitió trabajar la agricultura, ser conserjes y finalmente dueños de negocios.

Y no sobrestimen nunca el cliché “es que en primer mundo la gente es más culta”. Nada puede ser más falso. Hace años vi un documental “Esperando por Superman” que demuestra la decadencia del sistema educativo de los Estados Unidos, producto de leyes de seguridad social aprobadas para favorecer la estabilidad laboral de los maestros. También abundan encuestas en Europa donde se demuestra que no solo en España, también en media Europa, el común de las personas desconoce dónde queda Ecuador.

Seguramente el “venezolano de barrio” tampoco sabe dónde queda Greenwich –Ecuador sí por la cercanía o porque en la vereda donde vive hay un ecuatoriano que emigró hace años-, pero ese mismo personaje que vemos de reojo, ha sabido sobrevivir a 30 años de crisis económica sin llegar a una guerra civil, fenómeno que no se da en Venezuela desde hace más 150 años y que por lo visto, el chavismo culminará su ciclo sin que esa pesadilla toque nuestra puerta.

España es pobre que Venezuela, no es tan culta y separase de una moneda única –tal vez el mecanismo que los ata más a las realidades de la economía mundial- es una decisión que se puede tomar. La única manera que España no se convierta en menos tiempo que el que creemos en una nueva Venezuela (pero en Europa), es que un pendejo como Pablo Iglesias y su clásica manipulación de la izquierda, que habla de distribuir una riqueza que no sabe producir, no llegue a ninguna instancia de poder.

En 1998 fue mi primera cita con la democracia. Voté por Henrique Salas Römer, cosa de la cual me siento orgulloso. En esa época un señor me dijo “Ojalá gane Chávez para que se termine de joder esta mierda” y así fue. Esa es la expectativa de muchos españoles que piensan votar por Iglesias.

Y con respecto a la apuesta de la periodista con Osborne, obviamente perdió, ya que no solo habla maravillas del gobierno venezolano, sino que es financiado por narcotraficantes como Tareck El Aissami. Beatriz pidió disculpas a nuestro pueblo y donó los 1.000 Euros a una ONG de niños en nuestro país. Aquí los enlaces que corroboran esta historia.

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