jueves, 20 de noviembre de 2008

Hola, yo soy doble A

Pedro Pablo Peñaloza

Reunidos en una sala, sentados uno al lado del otro formando un círculo, se encuentran los miembros de Abstencionistas Anónimos (AA). En este momento alguien debería tomar la palabra, pero nadie se atreve. Es obvio que a los integrantes de este grupo les cuesta participar. Han sido muchos años en silencio y ya están acostumbrados a callar.De repente, un joven con rostro contrito se levanta y rompe la pasividad del ambiente. Todos los ojos se vuelven hacia él. Los abstencionistas quieren escrutarlo. Sorprendido por la reacción de sus colegas, el muchacho duda, hasta que un compañero se le acerca, da una palmada en su hombro y le susurra al oído: "Tienes mi voto… de confianza". Visiblemente conmovido, el hombre respira profundo y, al fin, se expresa:
"Hola, yo soy doble A. Hoy les quiero revelar mi verdadero nombre: me llamo Niceto Nieves, pero de cariño todos me dicen el Ni-Ni. Antes de tomar la decisión de pedir auxilio para combatir el mal que me aqueja, debo confesarles que caí muy bajo.
Al igual que muchos de los que están aquí en esta sala, al principio para evadir mi responsabilidad ciudadana me escondía en la muletilla tantas veces repetida: 'Eso no es problema mío'. 'Cómo afirmas eso Ni-Ni -me advertían- si protestas más que un damnificado de la tormenta Brett', mas yo prefería refugiarme en mi pequeño mundo. Después vino la época terrible del 'si-no-trabajo-no-como'. Sin darme cuenta, estaba atrapado ya en las garras de la bestia.
Con el tiempo, la crisis personal se agudizó y me hundí en el más oscuro de los abismos. 'Yo soy vivo y me abstengo para no cohonestar el fraude', llegué a argumentar y no estaba consciente de mi enfermedad, hasta que un día me encontré citando a Alejandro Peña Esclusa y declamando el artículo 350 en plena plaza Altamira. Fue en ese instante cuando, abatido, me vi en el espejo y reconocí: 'Necesito ayuda'.
Sin embargo, el momento clave ocurrió el pasado 2 de diciembre. En aquella jornada tampoco intervine porque, sostenía con auténtica estulticia, "mi voto no hace la diferencia". En la noche, cuando ofrecieron los resultados de aquella consulta, me di cuenta de que si 124.962 personas hubieran pensado lo mismo que yo, hoy estaría sembrando ñame en un huerto organopónico ubicado en el techo del Sambil y viviendo alquilado en mi casa, convertida en propiedad de una familia boliviana.
Puedo asegurarles, compañeros, que he salido de la oscuridad. Comprendo que ninguna excusa es válida para eludir mi compromiso. Si en el centro de votación la fila es muy larga, elimino la ansiedad pensando que estoy en el banco, o en la autopista, o en el Seguro Social, o en la taquilla para pagar el teléfono, o… evidentemente para un venezolano una cola extensa jamás será motivo para abandonar una empresa… Pararse frente a una maquinita tampoco nos puede atemorizar, pues vivimos en un país donde es más fácil toparse con un casino que conseguir un litro de aceite y dos kilos de café. El CNE (sí, amigos, entiendo que escuchar esas siglas les cause escalofríos y hasta les produzca una recaída, pero hay que tener valor) ha ofrecido que rifará un automóvil entre los miembros de mesa para incentivarlos. Yo les digo: si quieren que ese vehículo sea suyo -pero suyo en serio, para lo cual es necesario mantener la propiedad privada- no echen el carro este domingo. Además, el segundo premio tampoco es malo: nos estamos jugando una mejor Venezuela".
ppenalozaochoa@gmail.com

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