Era una madrugada de sábado… o ya domingo, en medio de una
de las clásicas partidas de dominó con mis amigos. Conversaba con uno de los
que decidió cruzar el charco sin nada seguro, más que el pasaporte español de
su novia, sobre nuestra profesora de alemán, ya que en algún momento pensó en
seguir preparándose mientras pasaba esta interminable tormenta.
Les comenté a todos los presentes que Frau Bauman había
nacido en Frankfurt, durante los bombardeos de los aliados a los nazis. Su
madre dio a luz en su casa rural, muy a pesar de las recomendaciones de acudir
a un refugio, ya que sufría de claustrofobia. La hoy anciana vivió a mi edad la
caída del muro de Berlín. Les describí tal cual como ella me lo contó “Sencillamente
el pueblo vio a los ojos a los militares y le dijeron –imagine esto en alemán- “Marico,
vamos a tumbar esa mierda”, a lo que respondieron “Fuego”.
El domingo cayó un muro en Venezuela, el muro de la soberbia
chavista, que creía que su forma de ver las cosas sería abrazada por el pueblo
por siempre y para siempre, ya que la “otra visión” va a acabar con la
humanidad. También cayó el muro de la desesperanza, que llevó a más de uno a
criticar a quienes decidieron quedarse en este país echándole bolas, a rescatar
a su patria de la miseria y la mediocridad.
Pero no quiero caerle a palos a nadie. Humillar a un
chavista más allá de mandarle un meme que simbolice los resultados electorales
con alguna relación sexual a la fuerza, o aplicar una ración de bulliying a
quienes lo dejaron todo para, desde los más bajo, ayudar a construir a otra
nación sin que te reconozcan nada por ser un inmigrante ilegal, nada de es suma buenas voluntades. Hoy el chavista
tiene un corto circuito mental –o tal vez empezó a “pensar” y “darse cuenta”- y
el otro guarda silencio.
Por eso quiero dejarles en paz y reprender a todo aquel que
crea que con la ofensa construiremos un país distinto. Por eso quiero hacer un
homenaje a quienes derribamos el “Muro de la Victoria”, o mejor dicho, acabamos
con esa barrera que nos impedía ganar, luchando contra las condiciones más
injustas posibles y obteniendo una victoria como nunca antes había visto esta
nación.
Durante las interminables colas, el pobre y el –mal llamado-
clase media se encontraron. La imagen que construyeron los “líderes” (incluyendo
a su prócer galáctico) se derribó cuando la chica morena del barrio se encontró
con la sifrina de Caurimare en la cola para comprar toallas sanitarias, porque
sí, a las mujeres con real también les viene la regla y tienen que usar la
marca que hay.
Ese compartir también les hizo entender que en este país, la
posición socioeconómica no te salva de la delincuencia, más allá de los
iconográficos casos de Mónica Spear e incluso enchufados como Robert Serra,
sobre quien los chavistas construyen una leyenda basada en un crimen pasional /
homosexual, donde se robaron dólares y armas, esto según un amigo del CCICPC
que estuvo en los interrogatorios.
Contra ambos problemas, el gobierno nunca tuvo una
respuesta. El pobre se dio cuenta que su adversario no era el chamo que salió a
trancar su calle, para que luego un motorizado a sueldo le echara tiros en su
propia casa. A propósito, ese gesto de estúpida valentía hizo ganarnos el
respeto de quienes desde su pobreza han tenido que confrontar la ley del opresor.
Lo mejor de nosotros
mismos
El gobierno solo tuvo excusas. Imágenes mentales como la “guerra
económica”, que no era más que unos argumentos tergiversados para evadir su
propia responsabilidad. Su propuesta fue la trampa, como clonar una tarjeta
electoral, hecho este que obligó a los creativos de la oposición a crear el
jingle más pegajoso en la historia de nuestra política: “Abajo, a la izquierda,
en la esquina la de la manito”.
Esto se ganó echándole cabeza, ya que no existe problema que
la inteligencia humana no sea capaz de comprender y solucionar. Al respecto,
Chúo Torrealba habló con quienes trabajaron en el canal de la Unidad en Youtube
y les dijo palabras más, palabras menos,
que él estaba consciente de las bolas que le pusieron, y que estos criminales
que maneja el Estado venezolano nos obligaron a aportar, a inventar y a sacar
lo mejor de nosotros mismos. Porque contrario al discurso oficial, esto lo
logramos venezolanos brillantes, pero sobre todo honestos. Y lo hicimos porque
quisimos.
Es por ello que en un plano más personal debo rendir homenaje
a mi mamá. Siempre cuando escribo sobre motivación lo hago sobre los Tigres de
Aragua porque es mucho más mediático, pero la perseverancia y la honestidad la
aprendí de ella. También aprendí a decir a cantarle las verdades a mis amigos “sin
vaselina” y por sobre todas las cosas a no rendirme. Si ella lo hubiera hecho
hace más de 30 años, yo no estaría aquí escribiendo.
Otra cosa que tiene mi mamá es que ella cree que es capaz de
armar equipos brillantes. Pues déjeme decirles que esas personas son mis amigos
de la infancia. Su trabajo titánico permitió que en pocos años un centro de
votación mixto la voluntad cambiara de un 55% a un 75% en favor del cambio, de
una Venezuela tal vez igual de jodida, pero que ahora se esfuerza en tomar el camino
correcto.
La Victoria
A uno de mis amigos le prometí que escribiría sobre lo
jodido que fue sembrar esperanza. A diario converso con gente ñángara, miembros
de UBCH y de más y aprendí a reír con ellos. En cambio cuando me tocaba
discutir con opositores psicólogos, publicistas, incluso gente de ciencia,
parecía que les daba arrechera que les confirmara lo que la calle decía a
gritos, que el país era distinto a aquel de las cadenas en televisión, de los subsidios
a los viajes al extranjero, de la trácala…
Pero no quise escribir sobre mí en este artículo, ya que aun
soy una persona que puede perder su empleo producto de las actuales prácticas
del miedo. Algún día, cando seamos realmente libres, comentaré sobre mi
contribución a este 8-1 en Aragua. Por eso quiero dedicar estas líneas a la
importancia de esta victoria, que se selló en nuestra antigua capital.
Mucha gente me decía que Aragua es un estado chavista. Y los
números lo confirman. Yo les explicaba que al hacer un análisis de los 4 circuitos
en los que nos dividieron, la distribución de votos era bastante heterogénea. A
un amigo de la universidad, a quien encontré en el acto de inicio de la campaña
electoral, le comenté que si todo este desastre hacía que el 10% del capital
electoral del chavismo volteara el voto, ganaríamos todos los circuitos y que
casualmente el más difícil sería el número 3, el de La Victoria. Aun no le he
visto, pero debe estar gratamente sorprendido.
En Aragua ganaba el chavismo porque eran ellos la mayoría. De
hecho este estado es el termómetro del país, perfecto para hacer proyecciones
nacionales. Incluso Caldera ganó aquí en 1993. Por eso era tan necesario,
porque tenemos la misma cantidad de diputados del Distrito Capital, porque
somos la encrucijada de los pueblos, porque unimos a oriente con occidente, porque
nadie es de aquí, pero a su vez siempre brinca un famoso de La Pedrera, del
Bario La Democracia, de Caña de Azúcar o del Colegio San José.
Aragua es mi tierra y por ello lucho por ella. Y fue en la
ciudad donde nació mi papá donde derribamos el más grande de nuestros muros: El
de la desesperanza. Hoy recordé lo que un equipo de béisbol tildado de
malo obtuvo una noche en Puerto La Cruz, luego de sobreponerse a una historia
de derrotas, a accidentes de tránsito, al estigma de la derrota, me hizo comprender. Transmitir a la gente que en el fondo todo era un problema de estrategia y sobre todo de actitud.
Señores, desde el hogar de nuestra diputada 112, les
presento a La Victoria.