La semana pasada tuve la oportunidad de ir al Celarg Caracas
a encontrarme con una profesora titular de la UCV en literatura venezolana.
Ella llegó tarde por lo cual tuve tiempo de recorrer sus instalaciones, las
cuales no visitaba desde que vi la obra “La Reconstituyente”, en la cual
Rolando Salazar imitaba a Chávez y Laureano Márquez a Caldera.
Había una exposición de esculturas, una Librería del Sur y
un Café. En la pequeña librería solo encontré mierda política y en el Café los típicos
mal bañados y consumidores de Marihuana que aún no entienden que para que ellos
puedan perder el tiempo hablando pendejadas del capital, se necesita de obreros
y empresarios que produzcan su alimento.
Recordé que en una oportunidad asistí al Teatro de la Ópera
con unos compañeros de la Universidad para ver una obra de Laly Armengol
(Conocida por sus retóricas, a veces absurdas, sobre el feminismo). Me quejé
porque tanto actores como público eran homosexuales, incluso en el cafetín fui
testigo de un “Bingo Gay”, donde el animador decía cosas como “Adivinen qué
número tengo aquí… B… 13”.
Mi queja no es contra los homosexuales, ya que a su manera
son valientes defensores de sus derechos civiles, sino que el deprave era muy
grande ¿Cómo carajos traigo a un niño a una obra de teatro si luego de la
función el padre de los Montesco se cae a besos con su hijo Romeo? Bueno, si el
chamo ve Game Of Trones entendería la parte del incesto.
Mi queja era el dejar un espacio tan importante como el
cultural para el uso exclusivo de la comunidad LGBT. Creo que hoy ocurre lo
mismo con el chavismo, quien no ha subestimado un espacio repleto de personas
llenas de utopías, pero incapaces de construir una columna de su propia casa.
Esos socialistas de café abundan en Europa. Algunos no
ocultaban su tristeza por la victoria del Partido Popular en España, aun a
sabiendas que la alternativa más peligrosa de cambio la representaba un
individuo financiado por el gobernador de mi estado natal, al punto de utilizar
los mismos símbolos de Chávez en su campaña electoral. Comparar la corrupción
de Rajoy con la del chavismo es como igualar un triqui traqui con una bomba atómica.
La otra opción de los intelectuales de café es un señor que,
como delegado de la Unión Europea para el diálogo en Venezuela, dijo que
excluiría a María Corina Machado y a Henrique Capriles del proceso porque no
estaban de acuerdo con Maduro. Coño de tu madre, necesitan dialogar
precisamente porque no están de acuerdo. Por culpa de ese güebón es que en la madre
patria están convencidos que merecen la misma seguridad social que los
alemanes, pero sin trabajar.
Los intelectuales de café no son más que la verdadera
alienación de una sociedad, no importa si leyeron “Rebelión en la Granja”, “1984”,
o peor, viven o tienen familia en Venezuela y tal vez uno de ellos tuvo que ir
caminando de San Antonio a Cúcuta para comprar comida. El socialismo es una
fórmula política del siglo XIX que no tiene absolutamente nada que ofrecer ni
al primer mundo ni al tercero en el siglo XXI, cuyos principales retos son
acabar con el cáncer, la pobreza (que paradoja) y profundizar los conocimientos
en tecnología.
Dedicado a mis queridos amigos que viven en el primer mundo
o tienen la cabeza más allá que aquí.
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