La chica del Poodle
Fue la noche de tu cumpleaños, el día que los franceses recuerdan como el inicio de su república y su revolución. Fui yo el que esa mañana te regalé unos chocolates envueltos en unos papeles tricolores: blanco, azul y rojo. La muchacha que los envolvió dijo: “¿Para qué envolver un regalo tan pobre? Y luego que le expliqué la importancia histórica de tu cumpleaños creo que fue ella la que suspiró por mí. Fui yo el que te regaló ese lazo que tienes en la parte más alta de tu oficina.
Soy yo el que perdió la linealidad de su narrativa y en este párrafo la retoma. Fuiste tú la que pediste que te regalara de cumpleaños una arepa cerca de la redoma del avión. Fuiste tú la que la rebosaste con jamón y queso amarillo. Fuiste tú, quien en un momento de la conversación, dijo estar dispuesta a echarle bolas a un futuro junto a una persona de su misma clase social, con su mismo ingreso y juventud. Fui yo el que se hizo el loco y no se dio por aludido.
Era yo quien ese día buscaba un perdón por unas rosas anónimas. Era yo el que mantenía una “amistad peligrosa” mientras salía contigo al menos 3 veces a la semana, en esas añoradas tardes noches de cine. Era yo el que buscaba la redención por mi miedo a los paseos en lancha por los Cayos (¿Cuándo se ha visto que a un gato le guste el agua?) y a sus cometarios imprudentes sobre la gordura ajena.
Lo cierto es que hoy en día siento que para nuestros amigos gordos soy más especial que para ti. Siento que le diste una patada a la mesa y que tu mayor argumento fue tu malcriadez. Siento que me haces falta, pero también siento que no has sabido ser amiga ¿Y cómo sabrás entonces darme amor y compañía cada vez que lo necesite? De seguro tú también sientes que en eso ya has fallado.
Me arrepiento de solo haber intentado en una ocasión robarte un beso, enfermedad que pensé había sanado gracias a las inolvidables anécdotas con mis “amistades peligrosas”. Soy yo el que se arrepiente de no haberte llevado al concierto de Oasis. Soy yo el que se arrepiente de haber “sandungueado” a tus amigas en tus narices, porque aunque tú y yo bailamos bien juntos, sentí que ese día no era tu principal centro de atención.
Cuando el hombre logra salir con una chica luego de varios intentos no quiere fallar. Cuando esa chica se convierte en su mejor amiga, a veces prefiere no arriesgarse a “algo más” para no perder ese estatus, claro, hasta que los sentimientos, entre ellos el cariño o los celos, te obligan a actuar.
La felicidad, el miedo y la depresión son solo estados de ánimo. Te garantizo que si me vuelvo a montar en una lacha hacia los Cayos o a mis amadas costas aragüeñas, sentiré con pasión mi temor felino. Te garantizo que no quiero sentir más nunca tristeza cuando te sienta cerca, porque no me lo merezco, no he luchado por ello. Te garantizo que mi corazón quiere brincar de alegría contigo y quiero que mi voz puede decir alto y claro lo que siente en tu presencia, porque será escuchado por su confidente, su amiga, y tal vez, esa persona de su mismo estatus socioeconómico con quien pudiera compartir mi vida.
miércoles, 10 de febrero de 2010
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