jueves, 19 de marzo de 2015

Los equipos multidisciplinarios y el Diego de la Vega de Sabaneta



Recientemente tuve la oportunidad de entrevistar al hijo de una trabajadora de mi empresa. El chamo, especialista en dibujos de Manga, ganó un concurso a nivel nacional (de la empresa) por un retrato que hizo a lápiz. Adivinen de quien…

Al profundizar en mi entrevista, el niño me confesó que veía caricaturas japonesas como Naruto y los Caballeros del Zodíaco, además de hacer Karate. Sueña con ir a un Comic Con, visitar Japón y, obviamente, aprender el idioma oriental. Ante su interés en la cultura del “Sol Naciente”, decidí preguntarle por qué hizo un retrato de Chávez (sí, ese en el que aparece de niño).

“Es que él hizo muchas cosas buenas por los pobres”.

Cabe destacar que el chamo es morenito, bajito, zurdo y le tiene rabia a su papá. Por eso utiliza su nombre artístico: Su segundo nombre y su segundo apellido.

Pero más allá de la estigmatización genética o psicológica del Comandante, todos tenemos algo en qué identificarnos con él. Una vez Carlos Genatios (Se dice que es el hombre más inteligente y honesto que ha  militado en el chavismo), comentó que Chávez en plena cadena contó que una vez manejaba su bicicleta, a la cual le ponía un vaso de plástico en la rueda trasera para que sonara como una moto, se lanzó desde una colina y se dio tremendo carajazo.

“No puede ser, nos volvió a ganar las elecciones. A todos nos ha pasado eso”, dijo Genatios. Nota del editor: Yo también le ponía el vaso de plástico a la bicicleta.

Otra nota: Mi mamá, que es más antichavista que Orlando Urdaneta, aun llora de las risas cuando el personaje comentó en su última cadena que Teresa Maniglia bailaba muy bien la “Lambada”.

Pero más allá de eso, Chávez es como una especie de “El zorro” para ese niño de Cagua, que dibuja Manga, porque en su inconsciente hay una imagen construida a través de equipos multidisciplinarios de auténticos comunicadores sociales (es decir, especializados en publicidad y propaganda), psicólogos y estadísticos, que son capaces de descubrir al verdadero “venezolano promedio” que vive en los pueblos del interior y los barrios, donde es más fuerte el chavismo.

Por ello el drama –y dilema- de sus seguidores el día de hoy. El hecho que algunos chavistas vean con buenos ojos que Henry Falcón intente buscar a María Gabriela Chávez con miras a construir una alternativa política para las próximas elecciones presidenciales, implica que se han dado cuenta de dos cosas: Maduro no solo no es Chávez -entre otras cosas porque no sabe andar en bicicleta- y que por el camino que vamos no conduce a nada ¿Cómo es posible que un tipo que estudió “economía” en Cuba como Andrés Eloy Méndez obligue a las madres a ir con sus bebés en brazos a los comercios para que les vendan leche y pañales?

¿Es “La hija de Chávez” la respuesta a esa imagen construida sobre el “Presidente perfecto”? No lo creo. Para el venezolano es una niña que nació pobre y que ahora se la pasa tirando con los “socialité” venezolanos, muy a pesar de recordarnos los días más dramáticos del “Don Francisco” de Barinas.

La izquierda venezolana, si de verdad quiere mantenerse –o mejor dicho, volver- en el poder, necesita tres cosas: Dejar ir a Chávez, entender que quienes nos repiten sus videos en VTV solo quieren seguir robando y están dispuestos a hacer lo que sea, y empezar a construir no solo un nuevo liderazgo honesto, también un proyecto de país sustentable, es decir, en el cual los pobres consigan trabajo, no que les regalen las vainas.

La oposición la tiene más fácil, dejar que el venezolano promedio “viva su proceso” y su duelo. Durante la sesión fotográfica, el niño –que aún no vota- demostró que no necesariamente lo haría por los partidos de su mano hábil: “Mamá, es que aquí en Cagua se hacen colas para comprar cualquier cosa que se necesita para vivir”.

Lo contrario es como me dijo una señora –a propósito, con la voz quebrada- a la cual le regalaron un decodificador de televisión abierta: “Estos canales me muestran lo que yo tengo que ver y oír, no que está pasando en la calle”. Mientras el opositor se debate entre no ir a votar o irse del país, el chavismo se resiste al cambio, ya con pocas fuerzas.

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