domingo, 17 de julio de 2011

La Revolución


El sábado fui al baby shower del hijo que tendrá mi mejor amigo (uno de los) en las próximas dos semanas. Ahí conversé con un invitado que creyó en Chávez, en el socialismo, pero ya ha perdido la fe en el proceso. Una de las cosas más interesantes que dijo es que la revolución es un cambio, y bajo su óptica, Cuba no es revolucionaria porque es la misma vaina desde hace 50 años.

Las épocas de cambio muchas veces coinciden con grandes eventos deportivos. Ejemplo, Alemania ganó el mundial de Italia 90 meses después de su unificación. Los golpes de Estado de los años 90 y la salida de Carlos Andrés Pérez fueron en la mejor época del baloncesto nacional. Los mundiales de béisbol ganados en los años 40 al mismo tiempo que Acción Democrática daba sus primeros pasos en la búsqueda del poder y poner fin a media siglo de dictaduras de gochos.

Escribo muchas guevonadas ¿No?

Ayer Venezuela ganó a Chile en la Copa América y pasó a Semifinales, en las cuales se enfrentará a Paraguay y luego al ganador entre Uruguay y Perú, Dios mediante. Es un sueño hecho realidad que aquellas caravanas a favor de Brasil y Argentina se tiñeron de Vinotinto.

Aunque en el fondo sé que esos guevones no tienen ni la mitad de la alegría que siento yo.

Esto es un cambio, una auténtica rebelión de los ratones, como escribieron en twitter los aficionados chilenos en medio de su derrota. Un amigo colombiano dijo que se fue un grande, asumiendo a Colombia en la élite de los favoritos. Le dije “Grande los que han ganado mundiales, los demás somos chicos, y nosotros en particular, los más chiquitos. Con humildad y cojones podemos ganar y hacer lo imposible”.

Hoy César Farías dijo en la rueda de prensa algo que he escuchado muchas veces en los juegos de béisbol a los cuales asisto religiosamente: “No siempre gana el mejor, sino quien cree que puede ganar”. Una selección que se preparó físicamente en la ciudad del pecado (Dallas), no en la Habana, siguiendo un proyecto de un entrenador más antipático que José Mourinho y con una federación dirigida por un aficionado al Whiskey, pero que no escatimó –la federación- en asegurar que los nuestros llegaran en las mejores condiciones.

No se puede llamar Revolución a un movimiento que no tiene un objetivo. Nuestro fútbol, lleno de patrocinantes como Pepsi, Adidas, Empresas Polar, tiene el norte que no poseen los políticos, tienen los “valores colectivos” –que algún drogado de política llamaría socialistas- de entrega, el bien colectivo por encima de las individualidades, que cada quién realice bien su trabajo y respeto al “maestro Farías” a quien la prensa aborrece.

Porque ellos sí entienden que desear el fracaso de un técnico, es el fracaso de Venezuela.

Esta generación de niños –en su día- está viviendo la revolución que se nos negó a nosotros. Bien por ellos y por tener vida y salud para disfrutarlo.

Mi sueño de niño era jugar béisbol y ver a mis Tigres campeones. En fútbol me conformaba con ver ganar un juego a la Vinotinto y tal vez llegar a un Mundial. Ese sueño está más cerca que nunca.

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