miércoles, 27 de abril de 2016

La salida tiene que ser democrática



Aun con la resaca del temor de la noche de ayer, que solo sirve para demostrarle, no solo a los pesimistas de la oposición sino a los irresponsables que nos gobiernan, que en Venezuela sí se va a prender un peo si se sigue saboteando a los productores de alimentos, si el hampa controla los centros de distribución de comida regulada y si el llamado “Gran apagón”, imposible en tiempos de Pérez Jiménez y la Cuarta República, termina de llegar más rápido de lo pensado.

Las elecciones del 6 de diciembre no solo sirvieron para elegir una Asamblea Nacional que, por su legitimidad de origen, es el poder público con mayor legitimidad y representatividad del país. También sirvió para desprogramar a aquel pueblo que creía que un señor que adelantó media hora el huso horario por ignorancia, no era más que un megalómano con malas intenciones.

Al anular todas las decisiones de la Asamblea Nacional vía Sala Constitucional del Tribunal Supremo de Justicia, la camarilla de ladrones que están en el poder gracias a la ingenuidad y estupidez de un amplio sector de la población, desconocen la verdadera voluntad del pueblo en diciembre: Sacar a Nicolás Maduro y Diosdado Cabello del poder sin que eso significara el fin del chavismo. Hoy podemos afirmar que el mantener el poder a los coñazos, pasándose la ley por el culo y dándoselas de arrecho, provocado un escenario de violencia en el cual cualquier persona que tenga algo de información de la cantidad de armas vendidas por Cavim al hampa, sabe que NO VAN A GANAR y que solo producirá un escenario terrible e indeseado.

Pero como no todos los chavistas son brutos (Hay que ser inteligentes para robar durante 17 años de manera tan descarada), ayer se lanzó un salvavidas a un país que luce ahogado, en medio de una crisis energética cuyos únicos culpables son los “socialistas” corruptos que se robaron los reales de las termoeléctricas con la bendición de Chávez. El referendo revocatorio es el mecanismo democrático para salir del gobierno, en el cual Maduro tiene las mayores probabilidades de salir con vida y, al igual que la constituyente, no puede ser frenado por la Sala Constitucional del TSJ.

Prefiero la constituyente, pero si yo fuese chavista y pudiera elegir, habría tomado ese veneno.

Ayer escuché al opinador de la oposición Julio Jiménez Gelder decir que todo esto es un pacto del PSUV y Primero Justicia para garantizar la salida pacífica de los ladrones de cuello rojo y darles más tiempo para seguir robando. Percibo que tal vez es la reacción de un picado que se encontraba enamorado de la enmienda, rechazada por el TSJ en su aspecto de retroactividad, pero es la única decisión apegada a derecho del tribunal. Eso lo sabe cualquier abogado o güevón que haya leído algo sobre derecho.

Supongamos que eso es cierto. Que hay que firmar, para volver a firmar, para reafirmar y finalmente sacar más de 7.5 millones de votos en un referendo que debe realzarse a más tardar en diciembre. En mi opinión, no solo es imposible que el gobierno gane cualquier escenario electoral en el futuro, sino que el chavismo pasará a ser, en el mejor de los casos, un ritual de santería en no más de 5 años.

Sé que los conflictos políticos que han neurotizado a este país no son más que un show para ocultar los grandes negocios que han hecho los hijos de puta de cuello rojo que han gobernado Venezuela por casi dos décadas, pero la ruta electoral es el único camino, gracias a que con la excusa de la comunión “cívico – militar”, armaron y organizaron al hampa, que hoy tiene suficiente fuerza para en cualquier momento puede tomar militarmente al país. Esa es, hablando claro y raspado, la otra hoja de ruta de salida que tiene el chavismo, solo con la esperanza de decir en el futuro que, al igual que Allende, Maduro en realidad no la estaba cagando.

Nos toca de nuevo jugar de visitante y con el árbitro en contra, pero ganaremos por paliza como ya lo hemos hecho. Yo soy un hombre de paz y desarmado, por eso sé que mi arma es el voto y la descomposición social el mecanismo de presión que le va a pasar por encima al Estado si no cambian las cosas.

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