Aun con la resaca del temor de la noche de ayer, que solo sirve para
demostrarle, no solo a los pesimistas de la oposición sino a los irresponsables
que nos gobiernan, que en Venezuela sí se va a prender un peo si se sigue
saboteando a los productores de alimentos, si el hampa controla los centros de
distribución de comida regulada y si el llamado “Gran apagón”, imposible en
tiempos de Pérez Jiménez y la Cuarta República, termina de llegar más rápido de
lo pensado.
Las elecciones del 6 de diciembre no solo sirvieron para elegir una
Asamblea Nacional que, por su legitimidad de origen, es el poder público con
mayor legitimidad y representatividad del país. También sirvió para
desprogramar a aquel pueblo que creía que un señor que adelantó media hora el
huso horario por ignorancia, no era más que un megalómano con malas
intenciones.
Al anular todas las decisiones de la Asamblea Nacional vía Sala
Constitucional del Tribunal Supremo de Justicia, la camarilla de ladrones que
están en el poder gracias a la ingenuidad y estupidez de un amplio sector de la
población, desconocen la verdadera voluntad del pueblo en diciembre: Sacar a
Nicolás Maduro y Diosdado Cabello del poder sin que eso significara el fin del
chavismo. Hoy podemos afirmar que el mantener el poder a los coñazos, pasándose
la ley por el culo y dándoselas de arrecho, provocado un escenario de violencia
en el cual cualquier persona que tenga algo de información de la cantidad de
armas vendidas por Cavim al hampa, sabe que NO VAN A GANAR y que solo producirá
un escenario terrible e indeseado.
Pero como no todos los chavistas son brutos (Hay que ser inteligentes
para robar durante 17 años de manera tan descarada), ayer se lanzó un
salvavidas a un país que luce ahogado, en medio de una crisis energética cuyos
únicos culpables son los “socialistas” corruptos que se robaron los reales de
las termoeléctricas con la bendición de Chávez. El referendo revocatorio es el
mecanismo democrático para salir del gobierno, en el cual Maduro tiene las
mayores probabilidades de salir con vida y, al igual que la constituyente, no
puede ser frenado por la Sala Constitucional del TSJ.
Prefiero la constituyente, pero si yo fuese chavista y pudiera elegir,
habría tomado ese veneno.
Ayer escuché al opinador de la oposición Julio Jiménez Gelder decir que
todo esto es un pacto del PSUV y Primero Justicia para garantizar la salida
pacífica de los ladrones de cuello rojo y darles más tiempo para seguir
robando. Percibo que tal vez es la reacción de un picado que se encontraba enamorado
de la enmienda, rechazada por el TSJ en su aspecto de retroactividad, pero es
la única decisión apegada a derecho del tribunal. Eso lo sabe cualquier abogado
o güevón que haya leído algo sobre derecho.
Supongamos que eso es cierto. Que hay que firmar, para volver a firmar,
para reafirmar y finalmente sacar más de 7.5 millones de votos en un referendo
que debe realzarse a más tardar en diciembre. En mi opinión, no solo es
imposible que el gobierno gane cualquier escenario electoral en el futuro, sino
que el chavismo pasará a ser, en el mejor de los casos, un ritual de santería
en no más de 5 años.
Sé que los conflictos políticos que han neurotizado a este país no son
más que un show para ocultar los grandes negocios que han hecho los hijos de
puta de cuello rojo que han gobernado Venezuela por casi dos décadas, pero la
ruta electoral es el único camino, gracias a que con la excusa de la comunión
“cívico – militar”, armaron y organizaron al hampa, que hoy tiene suficiente
fuerza para en cualquier momento puede tomar militarmente al país. Esa es,
hablando claro y raspado, la otra hoja de ruta de salida que tiene el chavismo,
solo con la esperanza de decir en el futuro que, al igual que Allende, Maduro
en realidad no la estaba cagando.
Nos toca de nuevo jugar de visitante y con el árbitro en contra, pero
ganaremos por paliza como ya lo hemos hecho. Yo soy un hombre de paz y
desarmado, por eso sé que mi arma es el voto y la descomposición social el
mecanismo de presión que le va a pasar por encima al Estado si no cambian las
cosas.
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