Corría el principio de 1997 y el profesor de matemáticas,
que también era el jefe de seccional de mi colegio, hizo una reunión con los
estudiantes del 5to año B, con la finalidad de conocer las carreras para las
cuales aspiraríamos los miembros de la promoción de ese año.
La mayoría de mis compañeros respondió que cualquier ingeniería
que pudiera estudiarse en la Universidad Central o en la Simón Bolívar. Mi
primo Marco Hernández se atrevió a decir la palabra “Geodesia”, que causó
especial interés en el jefe de seccional, porque según su punto de vista era
una manera muy fácil de involucrarse con el sector petróleo y con Pdvsa.
El modelo educativo de uno de los buenos colegios del centro
del país (tal vez el mejor) orientaba todos sus esfuerzos para que sus
egresados trabajaran en un pozo petrolero por Cabimas o El Tigre, y en el mejor
de los casos en una oficina de Pdvsa Chuao. De hecho, uno de nosotros llegó a
ser pasante en dicha edificación hasta que en 2002 la “Meritocracia” empezó a
ser mal vista por precisamente “querer tomar el control político del país”.
Quienes decidimos orientar nuestra vocación hacia las
humanidades éramos visto como los flojos del salón –de hecho teníamos los
peores promedios- sin que eso tuviera que ver en algo en nuestra capacidad de
ser profesionales exitosos y en poder salir egresados en cursos complementarios
y postgrados de universidades como la UCV, la UPEL o aprobar exámenes de
suficiencia internacional avalados por gobiernos europeos.
Pero si era mal visto decir que uno pretendía ser
periodista, abogado o profesor luego de estudiar en un liceo de tanta calidad
como en su costo económico, imagínense el “bullying” al cual habría sido
sometido quien osara decir que quería ser político. En aquella época el
político era visto como un gordito canoso con bigote, vistiendo una camisa
blanca o verde -o en este momento roja- con una educación mediocre, y por
supuesto corrupto. Es decir, desde nuestras aulas renunciamos a que los “mejores”
ocupen precisamente los puestos de dirección de las políticas de Estado y que
se conviertan en los principales servidores públicos.
Por ello a los corruptos, izquierdistas y militares que
dirige nuestra nación no entienden que su prioridad como representantes del
gobierno es que las calles no tengan huecos, mejorar nuestros sistemas de agua
potable y garantizar sistemas de educación, salud, seguridad y justicia que
funcione. Pues no, lo importante es no complacer los objetivos políticos maquiavélicos
de nuestro principal y mejor socio comercial: Los Estados Unidos de América.
La utilidad de lo inútil
Un año antes, el profesor guía –quien era un cubano que se
metió a jesuita para salir de la isla y llegar a Estados Unidos por vía
terrestre, objetivo que en efecto logró- hizo una dinámica con nosotros, tal
vez para romper el hielo.
A la mitad del curso se inscribió una muchacha colombiana
cuyos padres se mudaron de la hermana república. Le tocó subir al pizarrón y
colocar un nombre con algunas letras al azar para que identificáramos a un
personaje, según ella, de la historia universal.
Luego de varios intentos nos rendimos: Era Gengis Kan: Toda
una sección de uno de los mejores liceos del país no conocía al conquistador
mongol ¿Por qué ocurrió esto?
La principal debilidad de nuestro sistema educativo se encuentra
en los años básicos y medios ¿Cómo es posible que estudiemos la historia de
Venezuela de manera tan repetitiva –y con otros nombres como Cátedra
Bolivariana- bajo un esquema que en los años impares se conoce la historia
desde Colón hasta la Gran Colombia y en los pares desde el primer gobierno de Páez
hasta el presidente de turno? ¿Cómo es posible que se estudie en un solo año
-8vo- la historia universal y en otro -4to- castellano y literatura?
Es por ello que los izquierdistas del país, incapaces de
comprender que si gastas más de lo que produces, quiebras al país, consideran
que aquellos que no han leído a Galeano o Benedetti –pero en muchos casos sí a George
Orwell y a Vargas Llosa- son unos ignorantes. Es precisamente la mediocridad de
nuestra formación cultural del venezolano –de izquierda y derecha-, lo que impide
a la mayoría diferenciar las obras de Soto con las que Cruz Diez, así pasemos
al lado de una gran esfera al lado de un distribuidor de Caracas o nos llame la
atención el piso del aeropuerto de Maiquetía cuando nos “Vamos demasiado”.
Todo aquello que hemos considerado inútil en nuestro modelo
educativo, como buscar respuestas en la buena literatura o la formación de
liderazgos, es lo que más le está haciendo falta a nuestra sociedad. En el
fondo, un poquito más de cultura y deseo de hacer bien las cosas, nos daría la
posibilidad de tomar el control a plena conciencia de nuestro destino como
nación.
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