jueves, 22 de julio de 2010

Viaje por mar

Una semana para apretar tuercas, broncearme y seguir adelante. Un viaje secreto y de incógnito, para pensar en lo que es, lo que se quiso y lo que no fue.

A mí no me gusta la inestabilidad y sufro de vértigo. Es por ello que en el puerto, en soledad, sufrí de ansiedad. Dos chicas, una más hermosa que la otra, se me sentaron al frente, al lado de un señor que chateaba en su BlackBerry y yo. Nos miramos todos a las caras mientras esperábamos el embarque.

En eso llegó Antonino, un tipo muy inquieto y con facilidad de palabra. Por más que intenté crear una charla con las chicas, Antonino siempre buscó un tema de conversación.

Antonino es hijo de italianos, tiene 32 años, 3 hijos, casado desde hace 10, sus abuelos viven en Grecia, trabaja en Pdvsa y como buen italiano de Venezuela tiene varios proyectos. Nuestro primer tema de conversación fue la diferencia de salarios entre mi empresa y la de él, y cómo sus jefes le dicen que nosotros ganamos más que ellos.

Una hora después de conversar sobre retroactivos, aumentos, escalas salariales y cajas de ahorros, empezamos a embarcar. Me ayudó a cargar mi pesada maleta por las escaleras del barco. Él no llevaba mayor equipaje. Su jefe le pidió suspender unos días sus vacaciones para solucionar un problema de su empresa.

Una vez en el barco dijo varias cosas de mí, como buen observador. “Eres muy inquieto, pareces incómodo, siempre dices que cargas un problema, tus manos son pequeñas, tu caminar es extraño”. Las dos últimas afirmaciones me hicieron dudar sobre su sexualidad, pero sobre eso escribiré al final.

“¿Tienes un problema con una chica? Pues bótala y busca en otra parte”. Me pareció muy extraño que un hombre que se casó a los 18 años me hiciera semejante aseveración. Pero sin duda el comentario me dejó consternado “¿Qué expresión tendré en mi cara? ¿Un testamento?” pensé.

Antonino también me contó sus desventuras. Resulta que mi nuevo amigo tiene una hija de 13 años con un grave problema de escoliosis. Fue donde un acupunturista que le prometió mejorar su situación y el problema se agravó. Los médicos le recomiendan operar, pero él todavía guarda alguna esperanza con métodos no tan drásticos.

Casualmente yo tengo un caso de un familiar cercano que por no operarse sufrió graves consecuencias. Paré sus lágrimas, que produje cuando pregunté si físicamente había verificado la desviación tocándole su espalda. Le recomendé que no dejara para mañana un sufrimiento peor para su niña. “A Dios rogando y con el mazo dando”.

Seguimos hablando de política, de los nazis, de la guerra en Irak hasta que llegamos al puerto. Olvidé los movimientos del barco y a las dos chicas con las que quise conversar. Mientras bajábamos, un hombre se le acercó para preguntarle de qué parte de España era su hermano –es decir, yo-, si la habíamos pasado rico, qué nos había parecido el país…

“Ese carajo es rolo de marico” me dijo Antonino, para darle un suspiro a mi homofobia.

Uno obtiene lo que busca. Yo quería alguien con quien conversar mientras el barco cedía a la marea y él a alguien que le diera un buen consejo para su hija. Ojalá le opere y salga bien.

Pero si uno obtiene lo que busca ¿Por qué estoy rodeado de tanta mala vibra? ¿Por qué no tengo cerca a más personas honestas y sinceras como Antonino? ¿Debería vivir en un puerto, trabajar en una terminal de pasajeros y dormir en la playa?

2 comentarios:

J. dijo...

Sólo tu sabes la respuesta, Jorge.
Escúchate.

Desde el jardín del centro dijo...

No sé, no me complace la idea de vivir en Buenos Aires, Nueva York o Tenerife.