miércoles, 10 de febrero de 2010

Love letters part I

La chica de la librería

Gracias a las maravillosas redes sociales, hace un año conocí a una “Prima”. La chica comparte mi apellido, aunque tenga los ojos verdes y el cabello pelirrojo. En realidad no somos primos, ella es familia de una amiga que comparte mi poco común primer “last name”.

Ella comparte mis gustos literarios, el más resaltante Herman Hesse, aunque para su vergüenza, admitió haber leído “Crepúsculo” y sus zagas, no sin antes reconocer las grandes contradicciones entre dicha historia y el vampirismo que conozco de los juegos de rol.

Hace unos meses me pidió que buscáramos en las librerías de Maracay un libro sobre Platón. Hoy la llevé a dos que quedan cerca de mi lugar de trabajo en la avenida Miranda. Con morbo fui a una de ellas, en la cual atiende una chica flaquita, blanca, bajita, ojos claros y con un aire de hippie. Ella me recuerda a alguien especial a quien quiero mucho.

Mi “prima” pidió su libro y ella revisó en la base de datos de la librería. No le encontraron. Ella vestía un uniforme de camisa azul con el logo de la biblioteca. Yo no aguanté la curiosidad y le hice un planteamiento.

“Sabes, es la tercera vez que vengo a buscar un libro y no lo consigo. Lo gracioso es que si bien el que te pidió mi prima es extraño, el primero que pedí fue el de Chataing, que hoy lo vi en exhibición. Y para colmo, quería ver cómo te habías vestido hoy. Recuerdo una vez que te pusiste una pluma de zarcillo. Hoy me iré doblemente decepcionado”.

Ella respondió “Es que me obligaron en la tienda a no venir así. Hasta tuve que pintarme el pelo. Lo tenía de verde”. Ella sonrió y yo me fui chalequeado por mi “prima”.

Es una anécdota tonta, pero me hizo recordar que desde hace 9 meses no te veo, te bloqué de mis perfiles y tampoco sé de tu suerte. Hace un tiempo flexibilicé mi posición y quería escribir algo sobre ti, reabrí mi blog que de seguro un familiar cercano lee de manera constante.

Mi soberbia fue producto de mi inconformidad filosófica a tu partida, a tu gran estupidez de clase media venezolana que ve en nuestra política la causa de todos los males y no en sus propios defectos. En realidad nunca huí de nada, solo no quise vivir tal vez mi última “Malyaventura”. Eres especial y te quiero. Eso nunca cambiará, aunque solo expresaré ese sentimiento a tu hermosa familia.

No quiero saber de tu suerte, por más que compartamos amistades en las redes sociales, no quiero verte caer y mucho menos disfrutar con orgullo cuando encuentres fuerzas para levantarte de nuevo, como escuchó de su padre el pequeño Bruce Wayne en la película Batman Inicia.

Tampoco quiero verte pálida, gris o marchita, como cuando regresabas de tierras aztecas. Solo quiero enterarme cuando hayas satisfecho tu necesidad de aventura y algún sueño de grandeza. Quiero que sepas que tú trajiste sabiduría y paz a mi alma, mente y corazón. Siempre serás especial y cada día miro tus ojos en mi coche, en ese pequeño felino feliz que lleva tu nombre.

Soy yo quien seleccionaré los momentos que mi memoria recordará cuando piense en ti. En especial aquellos de septiembre y octubre de 2007 y 2008.

Soy yo quien elegí como recordarte y ante eso no puedes hacer nada.

Para culminar mi historia, fui a 4 librerías más y no encontré el libro de mi prima.

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