lunes, 2 de julio de 2007

El fútbol no es un aló Presidente


Seguro estoy de haberme ganado el adjetivo de chavista por el post “Guaky es Rojo Rojito”, cuando me he ganado a pulso todos los antónimos posibles. En este post recuperaré la confianza de mis amigos más radicales de la oposición.
Fui al estadio Pueblo Nuevo de San Cristóbal. De niño siempre me llamó la atención una instalación deportiva tan grande en una ciudad relativamente pequeña. Más aun, la enorme afición por el fútbol que existe ahí. Siempre recordaré las imágenes de archivo cuando Venezuela perdió 3 a 2 frente a la Argentina de Maradona, o el gol de Dudamel en tiro libre.
San Cristóbal es una ciudad de personas amables y mujeres exquisitas, aunque la rapidez del Tour me impidió comprobarlo profundamente. Luego de comer en el Centro Sambil de esta ciudad, fui al estadio. Mis primeros partidos de fútbol profesional los viví en Maracay y Valencia, por lo cual mis expectativas ante un partido en una ciudad de fútbol eran enormes.
Y los gochos no me defraudaron ¡Que grande San Cristóbal! Gritaron los 90 minutos y algo más desde las gradas, a pesar del inclemente palo de agua. Mis amigos tigreros y yo nos adaptamos a ese ambiente contagioso, y solo comparo la emoción de un gol Vinotinto en esta ciudad con el jonrón de Miguel ante el Kid o el famoso doble de Alex Romero. Por supuesto, mis recuerdos tigreros superan con creces la emoción vivida el sábado pasado.
Pero más allá de mi fanatismo, viví un gran capítulo para nuestro deporte, ya que presencié la primera victoria venezolana en Copa América en 40 años. Yo en San Cristóbal y Chávez en Bielorrusia ¿Tendrá esto que ver con las declaraciones de Richard Páez cuando afirmó que el día inaugural la afición no apoyó lo suficiente a la selección? Páez no es santo de mi devoción, pero sin duda encontró en el Presidente su perfecto chivo expiatorio.
Ciertamente durante el primer juego no se sintió un apoyo a nuestra selección de parte de los miles de empleados públicos que llenaron el graderío tachirense, o en la por demás desubicada barra humana, que en una muestra asquerosa de culto a la personalidad y de la más común jaladera criolla, colocaron su nombre durante el discurso, y de resto, fueron un grande e inútil adorno para las tribunas.
Durante el juego del sábado se demostró que la homogenia afición al fútbol venezolano, lejos de estar agradecida con el Presidente, prefirió mentarle la madre durante el juego de primera hora, el Bolivia Uruguay. Durante el segundo se dedicó a su trabajo: Apoyar incondicionalmente al once local ¿Dónde mejor que en Pueblo Nuevo?
La lección para nuestro Presi es que el Fútbol no es un Aló Presidente, donde la gente aplaude como focas, sino una pasión. Cualquier semiólogo de la revolución diría que los medios golpistas, al difundir esa realidad que yo viví, quieren connotar que el chavismo está lleno de personas fracasadas que son incapaces de apoyar una causa solo por amor, y que todo lo hacen por amor a los reales. Si lo dijeran, créanme que cuentan con mi apoyo.
Finalmente ¿Cuál era la necesidad del Presidente de montar semejante Show en la inauguración? Si los intereses del imperio y de la oposición golpista llegaran a triunfar, 20 años después tendríamos que decir que Chávez dejó en Venezuela 7 estadios de categoría mundialista, dos a medio camino y un viaducto en 9 años de gobierno; pero no, él solito tuvo que matarse y de paso quedar como un pavoso. Como dice mi ex jefe Teodoro Petkoff, el sexto motor de la Revolución, “El Chacumbele”, va a paso de vencedores.

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