lunes, 27 de junio de 2011

El temor al nuevo padrote


Soy una persona que se enorgullece de sus amigos. En el plano personal, me encargo –o ellos mismos- de descartarlos por sus acciones y valores. Pero un denominador común es la extrema inteligencia y el amor a la lectura y las artes. Desde aquellos que escriben para “Guayoyo en Letras”, compositores de música venezolana, profesores de historia, cantantes –sobre todo chicas- y aspirantes a escritores o cineastas.

Pero hay otro denominador casi común en ellos. Casi todos son escuálidos.

Este fenómeno no corresponde a una clase social, es decir, ciertamente el nivel económico en Venezuela es el que te permite acceder a una mejor educación media y universitaria, pero en todos esos mundos existen sus excepciones: El humilde que nunca votó por Chávez y el rico que al menos cree en el socialismo.

Tuve la oportunidad este fin de semana de confrontar a quien considero el chavista más brillante que conozco contra un tipo muy bien informado y la hija de un adeco que estudia el mismo postgrado en ciencias políticas que trató de culminar el Presidente en la Simón Bolívar. Esta última con los argumentos más lamentables que uno regularmente escucha en las marchas de la oposición.

Sin embargo, cualquier persona con un mínimo de educación coincidiría en los aspectos más evidentes que un gobierno serio debe atacar para solucionar los problemas de mi país: Solventar la inseguridad, el empleo, mejorar la educación sin que necesariamente signifique ideologización o “adoctrinamiento” y por supuesto la inversión en infraestructura.

Pareciera entonces que quienes rechazan el modelo de desarrollo actual de la humanidad y quienes creemos que el dinero es producto del esfuerzo, el talento o la suerte, podemos construir una patria nueva y grande, en la medida de nuestras virtudes y defectos. Pero nos encontramos a la vuelta de la esquina con una encrucijada que atemoriza a quienes preferirían la zurda de Santana a la derecha de Félix Hernández.

La principal negación del chavismo a la existencia de un nuevo líder o a la democratización de la pirámide de poder del Psuv es que solo Chávez ha logrado, a pesar del desgaste de 12 años de mal gobierno –ya explicaré por qué nadie debería decir que ha sido bueno- hablarle al pueblo, ilusionarlo cruelmente y mantenerlo contento por más de una década. Ha sido un mal necesario para la izquierda que quiere el poder y para la derecha que aun no ha salido del 100% de las viejas caras responsables del desastre social que vivimos.

La caída de Chávez en un escenario electoral –o de salud- significaría la muerte política de alguien, que más que su empatía con el pueblo, sus opositores temen por su aura de invencibilidad. Las encuestas que le dan alta aceptación las paga algún ministerio y las que compra la oposición parecieran darle más puntos de popularidad para mantenerse unida.

Es evidente que la desinversión en obras públicas –electricidad, vivienda, salud, educación y pare usted de contar- va a pasar factura. El regalar dinero por populismo –véase Misiones- y para Lobby político internacional son las peores recetas para un proyecto de país a largo plazo.

Como dijo uno de mis sabios de la izquierda: Si la inercia llevó a Chávez al poder, ella misma lo sacará.

Y si sale, la izquierda pasará al menos 40 años fuera de Miraflores, tratando de reinventarse cono Guns & Roses.

Esa filosofía explica por qué la oposición no ha insistido en el tema de quebrantar el mandato de Chávez por su ausencia de casi un mes por problemas de salud. Las mismas figuras jóvenes como Capriles, Pablo Pérez o el mismo Jaua –quien por alguna jugarreta política o por interpretar correctamente el texto constitucional es el Presidente de Venezuela- será el encargado de matar al León actual, no tan viejo pero sí herido por el odio que ha sembrado, por la paranoia de tantos enemigos y por la falta de iniciativas para ilusionar a su gente.

Esas mismas personas que charlamos ese sábado, y que como los típicos habladores de guevonadas arreglamos al país en una sola sentada y bebiendo alcohol, somos el ejemplo de lo que aquí se hizo a principios de los 60´s, en el llamado “Pacto de Punto Fijo”, que permitió acabar con un siglo gobernado por gochos y permitió una gobernabilidad democrática solo fracturada en la última década.

Para hacerlo más sencillo, el chavismo puede creer que inhabilitando a Capriles o a Pablo Pérez, podría mantener a su líder en el poder, sin entender que la necesidad de cambio llevará al país a elegir en su defecto a un Ledezma o un Eduardo Fernández, según sea la preferencia del caudillo.

Es esa la diatriba de un gobierno que tiene el poder, mas no a un líder invencible: ¿Me dejo joder por alguien que pudiera acomodar al país o caigo humillado por el pasado que trituré hace 12 años? Los resultados electorales en la Alcaldía Mayor y en el estado Táchira demuestran cómo elegirá una nación el próximo año, obstinada por tantos cortes de luz.

¿Quieres un Padote joven o viejo? Pero tú irás al exilio.

1 comentario:

[M] dijo...

'El temor al nuevo padrote o Política Venezolana para Dummies', Magnífico! =)