domingo, 15 de mayo de 2011

Yo no



El día de ayer tuve el placer de escuchar el nuevo monólogo de Laureano Márquez, titulado “Yo no”. Como recomendación: Si quieren “cagarse de la risa” como usualmente logra El Conde del Guácharo, “Yo no” se los recomiendo. Ahora, si usted es de los que disfruta de Andrés López, presenciará de una hora y media de humor inteligente.

Para continuar bajando las expectativas sobre el show, puedo decir también que en algún momento me sentí robado. Evidentemente Laureano Márquez habla mucho de política –casi sin nombrar al Presidente, que no hace falta- y sentí por un momento que me habían cobrado 180 bolívares para convencerme de no votar por Chávez en el 2012. Creo que desde esa óptica, toda la audiencia debió sentirse estafada.



Pero Laureano habló de su vida en el auditorio del Centro Hispano. Nació en Canarias, pero creció en Maracay. Vivía en la calle Páez, al frente de la venta de quesos de sus extranjeros padres. Por supuesto, estudió en el San José, colegio de curas donde también han egresado Carlos Ocariz –muchacho de apartamento Alcalde del municipio más pobre de Latinoamérica, que lo logró luego de 8 años subiendo cerros- y Jorge Montenegro. Los tres, por supuesto, también somos tigreros.

Luego de una maravillosa charla en la cual recordamos muchas anécdotas del patio, tales como la explosión de Cavin y como todos los maracayeros nos comemos el semáforo del Pedagógico, empezó a meternos el dulce veneno de la política. Dulce, por como lo comunica, más que el famoso “Chávez vete ya”, nos hace comprender la obligación que tenemos como venezolanos de vivir nuestros procesos políticos a fondo, para salir de ellos menos tarde de lo que pensamos.

Laureano perfectamente pudiera vivir en España, ya que él realmente es español, no como el 90% de quienes han cruzado el charco y nos han transformado a los venezolanos en personas “non gratas”, en el aeropuerto de Barajas. Él cree firmemente en el desarrollo de nuestro sentimiento de identidad nacional, es decir, olvidarnos del bien propio, pensar que en la medida que el colectivo esté mejor, tendremos una mejor calidad de vida y dejar de pensar como inmigrantes, como que esto es una tierra de paso, donde la gente aterriza para hacerse rica y luego regresar al primer mundo.

Efectivamente, quien no se ha hecho rico durante este proceso político, es por honesto o por pajúo.

Profundo y claro sentimiento “socialista” de Laureano cuando nos demuestra con anécdotas que en este país, en el cual hemos aprendido a reírnos de nuestras desgracias, tales como los malandros, sí, aquellos que asesinan a mas de 100 compatriotas todos los fines de semana solo en Caracas y con no menos de 10 tiros por muerto. Si pensáramos con inteligencia, que la mejora de calidad de vida de ellos se traduce en un mejor vivir para nosotros –así fue que pudieron crecer los países ricos- la clase media venezolana no volvería a incurrir en el enorme error de ignorar los anillos de pobreza que crecieron en los valles caraqueños y que terminaron ahogándonos en la marginalidad y la locura.

Otro ejercicio nos plantea nuestro paisano humorista ¿Qué pasará cuando nuestros hijos o nietos nos pregunten tres cosas sobre nuestro proceso actual?: ¿Papá, eso realmente pasó? ¿Tú lo viviste? Y la más importante ¿Qué hiciste para que eso no ocurriera?

Ahí tal vez existe mi rencor con aquellos que emigraron. Importante destacar que yo no lo hice, entre otras cosas, porque no soy hijo de inmigrantes de 3 generaciones.
Pero me consuela su punto de vista y el de su familia, muchos de ellos quienes ya se fueron a la península ibérica. El venezolano de afuera nunca se desconecta del país. Es por ello que muchos tienen a Globovision en su oferta de cable. Muy en el fondo todos saben que afuera nunca serán más felices que aquí.

Finalizó el humorista con otra sentencia. No solo se trata de ganar –en este caso las elecciones- sino de hacerlo con 3 principios: Hacer lo correcto, perder el miedo y perdonar a tu adversario. Lo primero porque te hace sentir bien contigo mismo, lo segundo porque un ser humano sin miedo muy en el fondo es invencible, y lo último, porque de nada sirve vencer para vengarse. Esta última premisa es tal vez la más importante, porque la ventaja que tiene el perdedor sobre el ganador es que él puede aprender de sus errores.

Sí, tal como lo pensaron, Laureano no terminó en el sacerdocio de vaina. Habla bonito ¿no creen?


PD: Las fotos son un chiste que hizo el humorista sobre el nombre del monólogo.

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