miércoles, 6 de marzo de 2013

Mi percepción del fenómeno Hugo Chávez

Siguiendo la famosa hipótesis de “no existe muerto malo”, ha sido interesante escuchar en estas horas difíciles para los venezolanos las opiniones de los analistas políticos del país –todos opositores- en su mayoría elogios hacia Hugo Chávez. Teodoro Petkoff, quien fue izquierdista, economista y mi jefe hace diez años, no vacila en decir que su mérito fue colocar el problema de la pobreza como el primero de Venezuela.

Escuchar es un ejercicio válido para quien ve con rareza e incluso miedo las reacciones exageradas ante la muerte del Presidente. Para una parte del país es difícil entender cómo nace un ícono y cómo es tan necesario para lograr que una sociedad alcance una madurez política.

Como la mayoría de los venezolanos conocí a Hugo Chávez un 4 de febrero de 1992. Mi mamá estaba siendo operada de la columna y cuando lo vio en la televisión, pensó que era un golpe de Estado en Nicaragua o producto de los sedantes. Yo era un niño de 11 años con una precoz curiosidad por la izquierda, alimentada por las lecturas de Mafalda y mi poca empatía con los religiosos de mi colegio católico.

Pero también tuve una especial empatía con Rafael Caldera, tercer venezolano más importante del Siglo XX según encuesta realizada en 1999 –ganada por José Gregorio Hernández-. Caldera y Aristóbulo Istúriz fueron los únicos políticos que supieron entender el sentimiento de la sociedad hacia la intentona golpista. Yo también le agarré afecto a Chávez. Quien me conoce, se cagaría de las risas.

En 1997 me preparaba para ejercer el voto por primera vez. La enorme ingobernabilidad del gobierno de Caldera, producto de la implosión de los partidos políticos, el ejemplo de Fujimori y el cinismo de los políticos fue el caldo de cultivo para que la sociedad venezolana buscara un cambio radical. Yo en cambio entendí mucho las explicaciones que daba Teodoro Petkoff como ministro de Cordiplan sobre su Agenda Venezuela, cuando cualquier persona podía comprar una divisa americana en una casa de cambio con un previo del barril de petróleo a 6 dólares. Hoy con el barril a más de 100, tienes que enfermarte, estudiar o viajar para acceder a una moneda extranjera.

En esa época entendí que a través de la descentralización se podían resolver los problemas de la gente de manera más efectiva y que promover al capital privado del país crearías crecimiento y bienestar. Por supuesto todo esto con un plan de obras públicas a lo Pérez Jiménez. Eran demasiadas ideas de avanzada para un chamo de 17 años y para una sociedad precoz que no entendía que al menos la mitad del país estaba pelando bolas.

Cuando Chávez dijo que quería lanzarse a la Presidencia no dudé en pensar que era una locura y que nos llevaría al atraso. 14 años después puedo decir que tuve razón en lo económico, pero a veces para avanzar hay que retroceder. El tiempo de Dios es perfecto y todas las experiencias que vivimos ocurren por algo.

Los primeros 8 años de la presidencia de Chávez tuve suficientes experiencias como para agarrarle arrechera. Perdí mi primer empleo, olí gas del bueno, me robaron en mi casa cuando recogía firmas en su contra, pasé dos años desempleado, fui rechazado de empresas del Estado por haber firmado –cuyas citas de trabajo conseguí gracias a amigos chavistas-, descubrí que las leyes se las aplican a los empresarios enemigos del proceso y no a todos por igual, y conocí a oportunistas, rateros y vividores del Estado. Ese chavismo es despreciable incluso por las mismas personas que hoy acompañaron al féretro del Presidente en una caminata de 7 kilómetros hasta su capilla ardiente.

Pero en los últimos seis años me convertí en un activo nacionalizado, durante la desorganizada política de expansión del Estado promovida en el año 2007, luego de la derrota de Manuel Rosales. Durante este tiempo he compartido con Consejos Comunales y comunidades desasistidas. Al verme con mi uniforme rojo, la gente se abre conmigo y me comenta sus problemas, no muy distintos a las quejas de la derecha en Globovision y Twitter.

Quien me conoce me pregunta ¿Y cómo haces tú para escribir noticias buenas de este gobierno? A lo que respondo: Yo no miento cuando escribo en una noticia que una madre del estado Cojedes está feliz porque su hijo recibió una Canaimita.

También he sido testigo del engaño, del sádico juego del odio y el resentimiento social, expresiones xenofóbicas de amigos inteligentes tan absurdas como la de cualquier sifrino descerebrado “del Este del Este” de Caracas, justo cuando acaba de comprar su pasaje a Miami o Madrid sin retorno, para “Irse demasiado”. Contra ese legado de Chávez hay que luchar, teniendo en cuenta que “para ayer es tarde”.

Hoy Hugo Chávez es una leyenda, nuestro “Pancho Villa” del siglo XXI, que paradójicamente nunca intentó invadir al imperio e incluso fue un seguro proveedor de combustible de los tanques que según la prensa alternativa “asesinaban” a niños afganos, iraquíes o libios. Es un Perón con el carisma de Evita, un Gaitán que no fue asesinado –al menos con una teoría lógica- y que deja a una América Latina tal vez sin un rumbo claro al progreso, pero sí con mucha personalidad.

En lo personal te perdono todo lo malo que me hiciste a mí y a mí familia, al resentimiento que dejaste en Venezuela que nos perseguirá por años, como un alerta para no olvidar más nunca a los más necesitados. Extrañaré tus chistes en las cadenas, tu informalidad y sinceridad, que solo será coronada si deciden enterrarte en el solar de la casa de tu madre y no en el Panteón Nacional. Solo la historia le permitirá a las generaciones futuras dar un justo valor a tu gobierno.

Y yo también te pido disculpas por haber vivido en tu tiempo y no convertirme en un rival que te hiciera rectificar tantas cosas malas, tanta maldad hacia personas como Franklin Brito o la jueza Afiuni, también por las veces que me dejé convencer por el discurso del odio y finalmente por no hacer escuchar mis críticas cuando me tocó formar parte de tu gobierno.

Gabriel García Márquez describió a Chávez como lo más parecido a un venezolano. Su ranchera preferida “No soy monedita de oro pa’ caerles bien a todos, así nací y así soy, si no me quieres ni modo”, es en lo que más me parezco a ti.

Votaré por Capriles, pero aprovecho esta pausa en esta lucha para reconocer lo importante de tu figura. Descanse en paz Presidente, usted y Venezuela se lo merecen.

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