Desde hace rato no escribo sobre política, deportes, crecimiento personal y demás pendejadas que convierten mi Facebook en un blog. Estaba de vacaciones y decidí desconectarme de todo, menos del béisbol. Aunque debo admitir que con la temprana eliminación de los Tigres, me olvidé de eso también.
Luego de algunos sucesos laborales (amedrentamiento político), me vi en la obligación de administrar desde cero mi círculo social en las redes sociales, refugiándome en algún AKA y cerrando la posibilidad a mucha gente de ser “amigos” desde las computadoras. Solo en IG mantengo mi nombre real, ya que no hablo de política sino que satisfago mi esnobismo con fotos de comida y de gatos.
Luego de algunos sucesos laborales (amedrentamiento político), me vi en la obligación de administrar desde cero mi círculo social en las redes sociales, refugiándome en algún AKA y cerrando la posibilidad a mucha gente de ser “amigos” desde las computadoras. Solo en IG mantengo mi nombre real, ya que no hablo de política sino que satisfago mi esnobismo con fotos de comida y de gatos.
Hoy decidí retomar los temas polémicos pero desde la óptica estadística: Con datos en mano, y recurriendo a una de mis redes sociales con estatus anónimo, cuantifiqué la diáspora venezolana. Mis números tal vez sean menos alarmantes que los de personas más jóvenes, pero les advierto, el cuento de “Trabajando en un Mc Donald´s en Miami ganaría más que en Venezuela” lo estamos escuchando desde mediados de los 90, cuando Caldera aun no era el culpable de haber soltado a Chávez y menos quienes votaron por ese carajo.
De 70 amigos que poseo en una red social, 39 siguen en el país, 19 están en el extranjero y 12 regresaron (o tienen el boleto comprado). Dos datos que alarmarían a cualquiera: Casi la mitad de mis amigos al menos intentaron irse del país, y de ellos más de un tercio falló (Aunque la mayoría no llega a dos años en el extranjero).
De los 19 que aun están fuera, solo 5 los considero estables (no regresan ni de vaina). El perfil de éxito en el extranjero es el siguiente: Trabajo estable, papeles propios o hijos extranjeros, se fueron casados desde Venezuela y se han mantenido más de 4 años fuera. Solo vuelven por razones médicas, ya que nuestras clínicas privadas son económicas (desde afuera) y tienen mejor nivel que muchos hospitales públicos, incluso del primer mundo. Tres de ellos fueron inmigrantes “reincidentes”, es decir, han regresado a Venezuela al menos una vez.
Los otros 14 aun no tienen el tiempo, papeles, esperan la decisión de un tribunal (ejemplo asilo) o no tienen ingresos suficientes para crecer económicamente. No hay que ser vidente para saber que muchos de ellos, por no haber planificado bien su viaje o porque no van a crecer económicamente en los próximos años, caerán en el próximo renglón.
Hay 12 que regresaron o ya tienen el boleto comprado para llegar a Maiquetía en el trascurso de este mismo año. Una parte importante volvió a su patria porque se enfermaron y perdieron sus ahorros, otros por el fin de una visa estudiantil y la mayoría “simple” porque no se estabilizaron económicamente.
De los 39 que siguen en el país, al menos 5 piensan irse o no les molestaría la idea. El resto se quedará en Venezuela, aunque no sean optimistas.
Países con mayor probabilidad de éxito: Uruguay y Ecuador. Menor éxito: Panamá y cualquiera de Europa (Si no tienes un nono). Para esta conclusión si incluí a más gente que se fue o regresó y no es mi amigo por la red social estudiada. De Australia no conozco a nadie que haya vuelto, supongo que por un tema de costos del pasaje. De Shangai sí, pero no son chinos. Otro dato curioso, que contradice a Charly Mata: Ningún homosexual regresa.
Antes veía el tema de la inmigración más como una moda y como parte de una estrategia política maquiavélica para que nadie luche por este país. Sin embargo, al darme cuenta que en realidad a nadie lo están corriendo de aquí (Menos a perseguidos políticos como Carlos Vechio o que hayas sido víctima de un secuestro exprés desde Tocorón) y tampoco le van a prohibir la entrada, luego de un tiempo las personas aprenden en cabeza propia que si bien la vida es para vivir experiencia y disfrutarlas, el mejor juez, el tiempo, es quien decide de cuál lado del mar o la frontera estará un mejor mañana.
Resistirse al cambio suele ser un error, pero todo cambio debe ser para bien. La vida, como nos la muestra el final de La, la Land, se pone interesante luego que cometemos una retahíla de malas decisiones.