domingo, 24 de julio de 2016

Un mensaje optimista

Desde hace días quería escribir sobre la actual dinámica política de nuestro país. Que si el diálogo sirve o no sirve, que si la MUD se sienta a conversar con el gobierno estaría asumiendo una responsabilidad en lo económico que no tiene (Porque quien toma las decisiones es el presidente), o el presunto papel de un “Padrino Mágico” para acabar con la corrupción en Bolipuertos y tal vez, siendo muy optimistas, en la futura realización de un referendo que el gobierno no puede ganar.

Esta semana hablé con un amigo sobre la necesidad que tenemos -todos- en multiplicar nuestros ingresos. El argumento para su búsqueda es muy sencillo: Se nos está yendo la vida sin hacer nada. Somos una generación que, a cambio de viajar barato y comprar Iphones y televisores pantalla plana, no solo renunció a un futuro (hoy presente) con alguna posibilidad de lograr sueños tan simples como adquirir una casa o un auto, aun con una formación superior a nuestros padres, quienes sí lo lograron.

También renunciamos a la posibilidad de poder construir algo, de transformar nuestras ideas en algo sólido y positivo, todo esto porque un grupo de manipuladores (Entre ellos el jefe de campaña, psiquiatra y alcalde de Caracas), nos bombardean con mensajes de desesperanza y se aprovechan de todos aquellos vecinos que, por su incapacidad de perdonar a su mamá, papá, hermano o cercano, que les haya hecho daño, transformarlos en defensores de un sistema diseñado para que una decena (tal vez centenas) de corruptos compren un dólar a 10 bolos.

Hace un año, por ejemplo, ni siquiera estábamos seguros de tener el apoyo de la mayoría del país. Logros tan extraordinarios como ese hoy nos parecen insuficientes.

Hoy nuestro país solo recibe de vuelta a aquellos quienes, por tener un mal plan, debieron regresar a una tierra que en el corto plazo no tiene nada que ofrecerles.

Sé que estamos haciendo las cosas bien. Sé que estamos renunciando a los atajos para evitar el renacimiento de un mensaje retrógrado, que no queremos que otro hombre formado para matar se crea el cuento que es capaz de gerenciar, que las penurias de hoy serán un recuerdo imborrable para quienes insistan en practicar la viveza criolla en el futuro.

Y sé que mientras quienes hoy tienen el mando quieran conservarlo a cualquier precio, el legado de su líder eterno, junto a su mensaje y su “obra” se está enterrando a sí mismo en el basurero de la historia, de donde más nunca podrán salir.

¿Qué está haciendo esta generación? Escribiendo la historia de un grupo brillante de venezolanos que resistió y venció.

lunes, 11 de julio de 2016

La subestimada “cultura”

La semana pasada tuve la oportunidad de ir al Celarg Caracas a encontrarme con una profesora titular de la UCV en literatura venezolana. Ella llegó tarde por lo cual tuve tiempo de recorrer sus instalaciones, las cuales no visitaba desde que vi la obra “La Reconstituyente”, en la cual Rolando Salazar imitaba a Chávez y Laureano Márquez a Caldera.

Había una exposición de esculturas, una Librería del Sur y un Café. En la pequeña librería solo encontré mierda política y en el Café los típicos mal bañados y consumidores de Marihuana que aún no entienden que para que ellos puedan perder el tiempo hablando pendejadas del capital, se necesita de obreros y empresarios que produzcan su alimento.

Recordé que en una oportunidad asistí al Teatro de la Ópera con unos compañeros de la Universidad para ver una obra de Laly Armengol (Conocida por sus retóricas, a veces absurdas, sobre el feminismo). Me quejé porque tanto actores como público eran homosexuales, incluso en el cafetín fui testigo de un “Bingo Gay”, donde el animador decía cosas como “Adivinen qué número tengo aquí… B… 13”.

Mi queja no es contra los homosexuales, ya que a su manera son valientes defensores de sus derechos civiles, sino que el deprave era muy grande ¿Cómo carajos traigo a un niño a una obra de teatro si luego de la función el padre de los Montesco se cae a besos con su hijo Romeo? Bueno, si el chamo ve Game Of Trones entendería la parte del incesto.

Mi queja era el dejar un espacio tan importante como el cultural para el uso exclusivo de la comunidad LGBT. Creo que hoy ocurre lo mismo con el chavismo, quien no ha subestimado un espacio repleto de personas llenas de utopías, pero incapaces de construir una columna de su propia casa.

Esos socialistas de café abundan en Europa. Algunos no ocultaban su tristeza por la victoria del Partido Popular en España, aun a sabiendas que la alternativa más peligrosa de cambio la representaba un individuo financiado por el gobernador de mi estado natal, al punto de utilizar los mismos símbolos de Chávez en su campaña electoral. Comparar la corrupción de Rajoy con la del chavismo es como igualar un triqui traqui con una bomba atómica.

La otra opción de los intelectuales de café es un señor que, como delegado de la Unión Europea para el diálogo en Venezuela, dijo que excluiría a María Corina Machado y a Henrique Capriles del proceso porque no estaban de acuerdo con Maduro. Coño de tu madre, necesitan dialogar precisamente porque no están de acuerdo. Por culpa de ese güebón es que en la madre patria están convencidos que merecen la misma seguridad social que los alemanes, pero sin trabajar.

Los intelectuales de café no son más que la verdadera alienación de una sociedad, no importa si leyeron “Rebelión en la Granja”, “1984”, o peor, viven o tienen familia en Venezuela y tal vez uno de ellos tuvo que ir caminando de San Antonio a Cúcuta para comprar comida. El socialismo es una fórmula política del siglo XIX que no tiene absolutamente nada que ofrecer ni al primer mundo ni al tercero en el siglo XXI, cuyos principales retos son acabar con el cáncer, la pobreza (que paradoja) y profundizar los conocimientos en tecnología.


Dedicado a mis queridos amigos que viven en el primer mundo o tienen la cabeza más allá que aquí.