lunes, 21 de septiembre de 2009

El Chunior - Francisco de Miranda murió en...

En homenaje a la urbanización donde vivió 50 años mi abuelita.

domingo, 13 de septiembre de 2009

6 versiones de un polvo

Yo tengo un amigo llamado “Calabozo Dundie”. Su apodo se lo colocamos cuando llegó a estudiar bachillerato a Maracay. Venía remitido de un liceo de esa población guariqueña, y lo de “Dundie” se lo colocamos por lo fantástico de sus cuentos, sobre todo por sus “hazañas sexuales” a tan temprana edad.
Sus embustes empezaron a confirmarse poco a poco. El primero fue un cuento sobre un Jeep “Willi”, el cual supuestamente le partió el “carter” –así se escribe- rustiqueando. Pues el Jeep se dañó porque se lo prestó a una chamita del cual él estuvo enamorado toda la vida, intentó enseñarla a manejar y ella chocó.
Hubo un chiste sobre él en el colegio. En una situación imaginaria, nuestro profesor de Geografía nos preguntaba: ¿Dónde queda Calabozo? Y respondíamos “No sabemos profesor, pero “Dundie” ha tirado que jode ahí. La otra: ¿Cuánto es la población de Calabozo? Pues preguntemos a “Dundie cuántos polvos ha echado y lo multiplicamos por 2.
Años después yo estudiaba comunicación en la universidad. En una época, el estaba empatado con una amiga y tuvo un cable pelado con la otra. Al final ellas se vengaron y se hicieron muy amigas.
Sobre el cuento hubo al menos 6 versiones. Ciertamente no le creímos al pana de buenas a primeras, pero luego de un trabajo de investigación con 6 personas relacionadas al cuento, decidí publicar un resumen.
Versión 1: Me las pegué a las 2. Las dos son malos polvos. A la que fue mi novia la enseñé a tirar. Son unas mierdas de personas.
Versión 2: Fuimos novios. Él tenía un cable pelao con mi amiga y nos vengamos.
Versión 3: Él y yo nunca tiramos. Nos vengamos y ahora somos muy amigas.
Versión 4: Se las pegó a las 2. Ellas le hicieron una ratada digna de par de putas.
Versión 5: Se las pegó a las 2. Ellas se vengaron en un viaje a Calabozo. Inicialmente ellas decían estar despechadas por él y hasta cantaron una canción de Ana Gabriel, creo que se llama “Amiga Mía”, para que se sintiera orgulloso que dos mujeres se morían por él. Luego aparecieron dos primitos de la versión 4, los cuales se las pegaron a las 2. Una de ellas dijo "Este chamito tiene 15 -o 17- y tira mejor que “Dundie”.
Versión 6: No me consta que se haya pegado a la del “cable pelado”, pero dejo la posibilidad abierta. Con respecto al viaje a Calabozo, pues coloca el cuento que te echó “Versión 5”, porque no me sentiría bien conmigo mismo corroborando esa historia.
Mis conclusiones.
Ciertamente yo no fui a ese viaje y sigo siendo amigo –al menos antes de echar este cuento por internet- de 5 de los 6 mencionados. Aquí mis juicios de valor, donde sin duda lanzo la primera piedra.
1- Si bien “Dundie” quedó mal parado como caballero y como hombre, en 4 de las 6 versiones él se las pegó a las 2.
2- Su ex se vengó como Dios manda. La admiro por eso.
3- La del cable pelao es una pobre guevona que le da pena admitir que un tipo tan feo como Dundie se la raspó, y vaya que ella está lejos de ser la más buena que haya pasado por sus historias –comprobadas- de sexo. Lo más cumbre es que ella lo odia por habla paja, cuando casi todos los allegados afirman, o al menos dejan la posibilidad, que entre ellos dos pasó algo.
Yo pensé que ese tipo de actitudes eran dignas de cuentos de bachillerato. Gracias a Dios no protagonicé ese peo.

jueves, 10 de septiembre de 2009

La señora Cristina / No me digan que los médicos se fueron…


Estaba en deuda desde hace unas semanas. Prometí –al aire, quizás- escribir sobre la muerte de mi abuela. Bueno, de mi abuela.
Nació en Barbacoas, en unas tierras llamadas “Chocolate”, ubicadas más al sur del estado Aragua. Tenía 12 años menos que mi abuelo. Tuvo 4 hijos y dos nietos.
Era el alma de la casa, sobre todo para joderle la vida al resto de la familia. En su casa, como en casa de llanero, vivieron cualquier cantidad de personas, entre primos, compadres, vecinos de años, que se quedaban meses o años, muchas veces sin aportar ni medio a la casa. De por vida vivieron más de 100 personas ahí, y simultáneamente más de 20, en una casita de la urbanización La Barraca de 4 cuartos.
Ella fue la “relacionista público” de la familia. Le encantaba hablar por teléfono. Cuando murió mi abuelo, el velorio parecía un “Tigres Magallanes” por la concentración de gente. Ese día conocí a un gentío que resultaron ser de una u otra vía primos.
Cuando yo tenía 3 años ella sufrió un infarto. Ese día dejó de fumar. Vivió 26 años después de esa decisión.
Su muerte
Además de su fallita en el corazón, ella era diabética, se le diagnosticó cáncer en un seno hace una década y sus últimos años los vivió con Alzhéimer. Desde hace 3 años no sabía quién era yo.
Dos semanas antes de morir se cayó, lo cual le fracturó una de sus piernas y dejó de caminar. Durante ese tiempo la ayudamos a bañar y vestir. Tres días antes de, empezó a sentirse muy mal. Tenía un aumento de la glicemia -disculpen mi ignorancia médica- lo cual poco a poco le causó un estado de inconsciencia que yo –disculpen de nuevo mi ignorancia médica- calificaría como un “coma diabético”.
48 horas para el olvido
El show comenzó el jueves, cuando llamamos a una ambulancia. Una doctora a domicilio nos pidió que la internáramos de emergencia. Luego de 3 horas mentándole la madre a los operadores del 171, llegó el automóvil para el traslado de enfermos.
Los enfermeros nos pidieron que no la internáramos en el Seguro Social o el Hospital Central, porque estaban colapsados. Esa recomendación la rectificaron cuando midieron los niveles de glicemia de mi abuela. La llevamos al hospital del Seguro Social de San José porque no estaba asegurada.
Los camilleros le reservaron una camilla, pero se la tuvimos que ceder a un niño de 12 años que llegó tiroteado. Cuando lo vi por el pasillo trasladado en brazos de un señor –porque no había sillas de ruedas- ya estaba muerto. Sin embargo hicieron lo que pudieron para revivierle. A mi abuela le colocaron una solución para bajar la glicemia –creo que con potasio- en un diván de un consultorio.
A las 3 horas nos pidieron que la trasladáramos a otro centro asistencial, porque ahí estaban colapsados y ellos no querían que muriera en el consultorio. Luego de esperar por horas a una ambulancia, la misma gente del Seguro Social –que nos estaba corriendo- nos prestaron la ambulancia –que estuvo todo el tiempo apagada en el estacionamiento del centro asistencial- para llevarla al Hospital Central.
Llegamos a la emergencia del hospital. Debo hacer un paréntesis para reconocer que en ambos centros asistenciales se han hecho importantes trabajos de infraestructura, claro, sin suficientes camas, ya que en 10 años parece que a nuestro país no le ha entrado suficiente plata como para hacer otro hospital del tamaño del Central de Maracay.
El panorama era dantesco. Cuando estuve recorriendo la ciudad para encontrar una ambulancia para mi abuela, llegué a la sede del 171 en Las Ballenas. Ahí había no menos de 8 ambulancias, de las cuales ninguna servía. Las dos operativas estaban buscando a unos muchachos que chocaron “picando cauchos” en la Casanova Godoy, y por supuesto, con copilotos y pasajeros. Lo primero que vi en la emergencia fue a los muchachos coñaceados, y a una morenita bien bonita, de 18 o 20 años, que le iban a amputar las piernas.
Gracias a uno de los camilleros, llamado Gustavo, en menos de dos horas le hicimos a mi abuela las radiografías, exámenes de sangre y hasta le colocaron un yeso. A pesar de la acción pertinente de ese ángel de la guarda, mi abuela pasó una noche horrible, entre que la montábamos en los aparatos para hacer los exámenes y el dolor que le causó cuando le colocaron el yeso. A las 5am ya estaba de vuelta en el Seguro Social, con yeso y todo.
En la mañana nos comunicamos con la doctora que la había atendido 12 horas antes. Ella habló con el director del hospital para que le asignaran una cama. Mientras salía algún paciente de alta, ella estuvo hasta las 5 de la tarde en un limpio pasillo de la emergencia, en una camillita. Allí la limpiamos y la atendimos, frente a todo el que pasara. En ese tiempo ni siquiera le inyectaron un suero.
Cuando le asignaron una cama, yo me encontraba en la “casa de la abuela” durmiendo. Mi tía comió y se preparaba para otra noche en vela. Minutos antes de llegar a hacer el cambio de guardia, a Raquel –mi mamá- la hicieron salir de la emergencia para colocar los tratamientos a los pacientes –teníamos que usar mascarillas para entrar por un alerta de AH1N1-. Antes de llegar, mi tía me decía que cómo íbamos a hacer para llevarla el lunes al traumatólogo a que le quitaran el yeso… yo le respondí que mi abuela se iba a morir hoy.
La dejé en la puerta del Seguro. Estacioné el carro. Cuando entré a la emergencia mi tía me llamo y me dijo “Mi mamá está muerta”. Efectivamente la montaron en una cama, le pusieron un suero y no se dieron cuenta que ya había pasado al otro lado.
Durante esas horas tuve prendido el teléfono del trabajo. Hubo dos personas que me llamaron para que solucionara algún problema, a quienes no atendí y respondí por texto que no me llamaran. Uno de ellos me armó un peo cuando me encontraba con Raquel en la morgue. Los restos de la viejita se encontraban al lado de un mendigo al cual habían descuartizado. Los policías dejaron el cadáver en la puerta del hospital. El hedor no era normal.
De no ser por Moralinda, la primera noche del velorio la hubiera pasado solo. Al día siguiente miré con tristeza que la funeraria se encontraba casi vacía. Me preguntaba quién coño me iba a ayudar a levantar la urna. Llamé a un amigo a quien llamo “Ramón Alberto” y apareció mi jefe. Llegaron viejitos de muchos lados de Guárico que se enteraron de la noticia. A las 2 de la tarde enterramos el cuerpo en la fosa donde se encuentra mi abuelo y una tía. Esa parte del cementerio se encuentra especialmente descuidada, lo cual causó en mí una mayor indignación.
Fueron dos días horribles. Dormí 14 horas y al día siguiente fui a jugar softbol con mis panas del AFTA. Cometí muchos errores, tal vez porque mis pensamientos se enfocaron en las carencias de la salud pública venezolana, la cual Oliver Stone debe calificar en su documental sobre el gobierno nacional como “de vanguardia internacional”.

miércoles, 9 de septiembre de 2009

De Páez a López… perdón, Farías


Este artículo lo escribo para revivir mi blog.
Empecé mi redacción al comienzo del segundo tiempo del juego Colombia Uruguay, el cual se encontraba 1 a 0 a favor de los Charrúas, resultado casi ideal para la selección Vinotinto, solo superable por un empate entre ambas oncenas.
Estas angustias se asemejan a las que viví cuando los Tigres eran uno de los peores equipos del béisbol. Luego de estos años de éxitos recuerdo con desprecio a esa época de los felinos.
Pero con la Vinotinto es distinto. Sencillamente porque nunca hemos estado tan cerca de un mundial. A falta de 3 juegos tenemos 18 puntos, nuestra mejor actuación en la historia. Siempre es especial la primera vez –para todo, por muy macho que uno se crea- y más cuando hay tanta hambre de triunfo e ilusión.
Si Venezuela gana hoy, se encontrará a dos puntos no del repechaje, sino del cuarto lugar en poder de los ecuatorianos, que nos otorgaría el último pase directo a la cita de Sudáfrica, que ya cuenta con Brasil, Paraguay y Chile.
En mi opinión ya hemos demostrado que si bien nuestro fútbol no está al nivel de Argentina y Brasil en cuanto a figuras, técnica y calidad de la Liga, si podemos jugar de tú a tú con Paraguayos, Chilenos, Colombianos, Ecuatorianos… Todas las 9 naciones de Latinoamérica han asistido al mundial menos nosotros ¿Por qué no?
Si no clasificamos, quisiera dar un reconocimiento a César Farías, director Técnico que ya llevó a nuestra selección sub-20 a un Mundial, en un pase de último minuto similar al que podríamos obtener con la de mayores. Si bien 6 de los 18 puntos de nuestra selección son responsabilidad de Richard Páez, también es cierto que el estratega oriental ha obtenido 12 en 7 juegos menos –el récord de puntos para un director técnico nacional creo que es de 15 o 16, obtenido por Páez- y pudiera alcanzar los 18 por sus propios medios, con 4 juegos menos que el entrenador merideño.
La moraleja de esta historia, pasemos o no a Sudáfrica, es que hay que saber terminar los ciclos y no tener miedo a los cambios. Páez dijo que si la Vinotinto no llegaba a Alemania, él renunciaba, luego pidió un segundo chance con la Copa América y la promesa de semifinales, lo cual tampoco logró. Lo más cumbre es que su renuncia ocurrió luego de una victoria 5 a 2 frente a Bolivia, cuando él se creía el único hombre capaz de llevar por el buen camino a nuestro país... ¿Dónde habré escuchado eso antes?
Farías, que a pesar de su apellido tiene un parecido al conocido líder opositor Leopoldo López y no a la Virreina de Caracas, creyó en los jóvenes como Vargas, Lucena… tuvo fe en su cantera. Tal vez el “Chita” San Vicente hubiera creado una selección irreverente como la de Páez, pero basada en 5 o 6 jugadores inamovibles, como lo eran el “Pájaro” Vera, Cícero y su hijo Ricardo David.
Farías presentó a una selección mejor parada en el terreno, con mayor profundidad en su banca, fue capaz de ganar un juego en La Paz con la Sub-20. Páez le dio personalidad a una selección que entraba al terreno a ser goleada, Farías recibió a unos rivales temerosos, con estrategias bien pensadas ante nuestra selección.
Si bien me parece que Farías ha hecho un excelente trabajo, si no llegamos a clasificar, no demos más tiempo y pensemos en otras alternativas y proyectos como el del Cumanés, que sin duda nos ha traído progresos.

martes, 8 de septiembre de 2009

Oliver Stone's South of the Border - Official Trailer

La fuerza de los reales.